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¿Dónde y cómo vivimos la gente joven? Hay cada vez más voces hablando de la vivienda. Algunas para mal, ahí tenemos a la derecha y la prensa basura criminalizando y creando alarma social a base de bulos y fake news sobre la okupación. Otras para bien, gracias al movimiento de vivienda se habla de las hipotecas como la estafa que son y cada vez más del precio del alquiler, de gentrificación, de turistificación, de que el problema no es la okupación sino que el mercado nos niegue el derecho a la vivienda.
Aquí queremos hablar de la parte que nos toca a la gente joven más allá del precio del alquiler, inasequible para cada vez más gente, y de derechos que reclamar en abstracto. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo nos afecta? ¿Qué herramientas tenemos para evitar los abusos de los caseros? ¿Que implica tener que compartir piso de forma obligada por no poder pagarlo? Aunque no sea una elección libre, ¿nos abre oportunidades? ¿Son las ayudas económicas al alquiler realmente una solución? ¿Qué formas tenemos para acceder a una vivienda? ¿Y de luchar por ella?
Idealista.com
Alquilar. Tetuán. Bellas Vistas. 3 habitaciones. Ordenar por: más baratos.
Alquiler de Piso en calle de Francos Rodríguez, 49. 1.150 €/mes. 80 m². Comentario del anunciante. «Piso reformado… calefacción central, aire acondicionado…. Piso exterior sin amueblar… No se admiten animales…. Alquiler protegido, alquilamos su inmueble en menos de 15 días. Alquilamos su inmueble con todas las garantías.”
Es una búsqueda real. La primera entrada, o sea, la más barata. Además de ver el precio, sirve para darse cuenta de la cantidad de empresas carroñeras que hay alrededor de la vivienda. Ya no son solo las constructoras, los propietarios y los bancos con las hipotecas. Portales de búsqueda, seguros, inmobiliarias, mudanzas… Cada vez hay más manos que se quieren repartir el pastel… mientras miramos y nos ruge el estómago.
El «nosotras» tras ese «nos» será, esta vez, la gente joven, aunque la impotencia de no poder pagar un alquiler o el agobio para conseguirlo tenga mil caras: la de la madre soltera, la de cualquier familia trabajadora, la del parado… La precariedad no es algo marginal sino algo cada a vez más normal. Paro juvenil, trabajos basura, temporales, con horarios y sueldos de mierda, y alquileres cada vez más por las nubes (y esto tiene sus por qués y sus responsables), el resultado de la suma está claro: tienes que elegir entre seguir en casa de tus padres hasta que te salgan canas o ver cómo la mayoría de lo que ganas va directamente al bolsillo del casero.
Y si quieres estudiar y eres de fuera, si la matrícula de la uni te parecía poco, agárrate y multiplica. Sabiendo, además, que currar y trabajar, más allá de servir copas los findes o dar clases a algún chaval, es casi imposible desde que metieron el Plan Bolonia. A mendigar a tus padres (si es que se puede) y a competir por ver quién es más pobre o saca la mejor nota para que te den una beca. Añade el estrés que supone buscar piso cuando si tardas un día en contestar, posiblemente lo habrán alquilado ya a otras personas, y que empujan a quedarse con el primer zulo que seas capaz de pagar, sabiendo que posiblemente al año siguiente toque repetir la búsqueda.
Pero el precio no es lo único que se nota. A veces pienso que es porque por ser jóvenes, se creen que tenemos poca experiencia, o que somos idiotas. A veces pienso que simplemente son unos vampiros y lo hacen con todo el mundo. El caso es que es difícil encontrar gente que viva de alquiler que no haya tenido algún conflicto con los propietarios o la inmobiliaria. Más allá, claro, de lo violento que es ya tener que pagar un alquiler, como explicó Layla Martinez en twitter y casi la linchan.
Que se intenten quedar con la fianza por su cara de cemento, entrar en la casa sin pedir permiso ni avisar, tenerte un mes sin nevera porque la otra la fabricaron en Yugoslavia, dejó de funcionar y a ellos no les corría prisa cambiártela, que no hagan los arreglos que corresponden para mantener la casa habitable o pretendan cargaros con el muerto y los gastos… En la web del Sindicato de Inquilinas le dan un repaso a qué derechos tenemos reconocidos legalmente: www.inquilinato.org/manuales/. Pese a que la ley esté de parte de los propietarios para prácticamente todo, para algunos nunca es suficiente, y conviene conocerlos.
Compartir celda o hacer comunidad
Un artículo de El País hablaba de que ahora con menos de 30 años se dedica de media el 90% de los ingresos a pagar el alquiler. Una de las consecuencias evidentes es que te lo montes como te lo montes, te va a tocar compartir piso. Algo que está genial si se cumplen dos requisitos: que sea algo elegido y que tengas con quién. El primero ya lo hemos descartado, y el segundo si hay suerte se cumple, y si no, no.
Y cuando no eliges con quién, es bastante común que haya sorpresas desagradables. Nadie se presenta diciendo que le encanta acumular platos sucios en la fregadera, generar conflictos por ahorrarse cantidades ridículas de dinero o montar fiestas en casa aunque tú madrugues al día siguiente. O, aunque esto no ocurra, no es raro que haya gente que prefiera cenar encerrada en su cuarto viendo una serie de Netflix en lugar de en la cocina charlando.
También puede darse la sorpresa contraria, cuando empiezas a vivir con gente ya conocida, porque más que amigos eran colegas, porque no es lo mismo compartir unas cervezas que convivir, porque no es lo mismo irse de viaje que la rutina o porque se puede ser muy buen colega y un cerdo a la vez. Y lo que se supone que era un espacio de seguridad se convierte en fuente de conflictos, ya no solo con el casero sino con la gente con la que te toca verte la cara día a día, con el desgaste psicológico que eso supone.
Pero aunque vivamos en una sociedad individualista que educa a las personas en el ombliguismo y nos empuja a aislarnos unos de otros, mucha gente apostamos por poner en común. Preferimos compartir un piso que tener un chalet. ¿No os parece deprimente tener que elegir entre cocinar en cantidades ridículamente pequeñas cada día o almacenar tupers en la nevera y comer lo mismo 3 días seguidos? Tenemos la posibilidad de poner en común los gastos, tareas como cocinar o hacer la compra, de meternos juntos a un huerto urbano o compartir una bicicleta, ya que en el zulo más no caben. Y más importante aún, de estrechar lazos, crear un espacio para hablar, cuidarnos, apoyarnos… y montar fiestas cuando haga falta sin que eso signifique jodernos mutuamente. En resumen, que nuestra casa sea más casa y menos la madriguera en la que enterramos la cabeza entre jornada y jornada de curro o estudios. Que la alternativa a la familia no sea el aislamiento, que sea comunidad, que seamos un poco familia sin que haga falta matrimonio, hijos, coche e hipoteca.
Regalos envenenados: ¿Ayudas al alquiler? No, gracias
Ante este panorama, una pseudosolución que pretenden vendernos es la de dar ayudas económicas, como la que prometió Almeida hace unos meses de 150€ al mes a los jóvenes, u otras similares de la Comunidad de Madrid. De primeras, puede sorprender que la derecha tome una medida así (si la hubiesen tomado otros, serían ellos los que lo tacharían de populista). Pero si la analizas, encaja perfectamente con su posición neoliberal. Esto ya lo señaló la Federación Estudiantil Libertaria en su día, y como lo explican bastante claro, vamos a decir prácticamente lo mismo. Hay varios motivos.
Primero, porque como toda buena medida pensada políticamente, tiene la virtud de dividir a las personas afectadas, entre quienes podrán acceder a la ayuda y quienes no: casualmente, quienes más lo necesitan, ya que uno de los requisitos es llevar 5 años empadronado. Por tanto quedan excluidas quienes lleguen a Madrid a estudiar, con un curro precario o buscando uno. Así se evita la conflictividad social y se generan batallas entre pobres en lugar de solucionar el problema.
Segundo, porque no es más que entregar dinero público a manos privadas, además en un mercado dominado por grandes (y gigantes, como Blackstone) propietarios, que precisamente son los responsables de la burbuja del alquiler, manteniendo viviendas vacías o dedicándolas a alquiler turístico o de lujo. En lugar de regular el precio del alquiler o de expropiarles para convertirlas en vivienda pública, se les da dinero. Así no solo se normaliza la subida de precios, sino que además se alimenta, ya que permite a los caseros subir aún más el precio. Como sistema de redistribución de la riqueza es, por lo menos, un poco raro.
Y último, porque una ayuda, igual que se pone se quita (y dudamos que dure). Pero entonces, los precios ya habrán subido, sin incómodas protestas por el camino y evitando que se popularice la alternativa que de verdad les preocupa y bien se encargan de criminalizar: la okupación. Por eso hay que pensar que, pese a que esta ayuda no sea lo que parece, posiblemente no la hubiesen tomado si el problema de la vivienda no estuviese en el punto de mira gracias a organizaciones como la PAH y el Sindicato de Inquilinas. Necesitaban una operación cosmética antes de que la cosa se pusiera fea de verdad y lo sabían.
¿Dónde me meto?
Decir que si la vivienda tiene un precio imposible de pagar para cada vez más gente y sigue habiendo millones de casas vacías aumentará la okupación es como decir que 2+2 son 4. Y si les asusta y se empeñan tanto en criminalizarla, es porque es un palo en la rueda de sus beneficios. Y no solo por las casas que son okupadas, sino porque hace disminuir la demanda y por tanto les empuja a bajar los precios. Aun así, es en general un “sálvese quien pueda”. Cada quien con su familia o colegas se busca lo suyo, y entre la gente joven que okupa con menos desesperación y más intención política no existe una verdadera red de apoyo mutuo a nivel de barrio o superior, más allá de las relaciones personales, como sí es la PAH.
La excepción son proyectos como GES -Red de Emancipación Juvenil en euskera, de Vitoria-, el Grup d’Habitatge de Sants – recién creado en Barcelona-, la REA -Residencia de Estudiantes Autogestionada, que funcionó en Raval, Barcelona, unos años-, Errekaleor -barrio okupado que comenzó como un proyecto de vivienda para estudiantes-, o las oficinas de okupación -asesorías sobre cuestiones prácticas y legales relacionadas con la okupación, en Madrid existen al menos dos: en la Enredadera de Tetuán y el EKO de Carabanchel-. O, yéndonos un poco más lejos, Cut the Rent, una campaña de estudiantes británicos enfocada a la vivienda que incluyó varias huelgas de alquileres en residencias universitarias, con bastante éxito.
Quizá es el momento de generalizar este tipo de prácticas y espacios, de aprender de organizaciones como el Sindicato de Inquilinas al plantar cara a fondos buitre y presionar para que se limite el precio del alquiler, y de la PAH y sus Obras Sociales (okupaciones de bloques enteros), incluso de mezclarnos con ellas, por todo lo que tenemos por ganar juntas.
Foto portada: Yeyei