Algunos apuntes sobre los amos y señoritos de la España actual

Fuente: https://www.lamarea.com/2020/08/03/apuntes-amos-senoritos-espana-actual/                                                            Anna Pacheco                                                                                 03 agosto 2020

Algunos apuntes sobre los amos y señoritos de la España actual ...

El CEO ‘enrollado’ es una de las figuras que han proliferado últimamente. ELVIRA MEGÍAS

Artículo publicado en #LaMarea77

Hay un hombre que lo hace todo en España, que cantaba Astrud. Bueno: en realidad son unos pocos más, pero en el fondo actúan como un gran hombre, como un gran dios o rey omnipotente, para quienes las normas que rigen a los vulgares terrenales (es decir, a sus vasallos; es decir, al resto) no tienen mucha validez. Ellos aspiran, y lo consiguen demasiadas veces, a crear su propia jurisdicción y habitar en ella. Su poder se extiende alrededor de su entera figura, de sus redondeadas –o perfectas– tripas. Están repartidos por toda la geografía y son, lamentablemente, incansablemente, atemporales y cíclicos. Algunos hasta se fabrican en serie, como los monarcas y sus parientes.

El propio sistema los necesita para reproducirse, ellos aparecen solos. Sus riquezas únicamente se comprenden a través de la superexplotación. La más de las veces dirán que su mérito fue “trabajar muy duro” y que “cualquiera podría hacerlo”. Caminan como amos y señores de sus fábricas y empresas, da igual si lo hacen a pie o, ahora, en patinete eléctrico, a veces hasta comparecen en público dejando claro que ellos están hechos de otra pasta. El señorito Iván en Los santos inocentes se dirige a los campesinos que trabajan para él y les dice, con indecente fanfarronería, que “todos debemos aceptar una jerarquía, unos debajo y otros encima, así es la vida, ¿no?”. Solo quien mira desde arriba es capaz de soltar algo así; solo quienes se sienten dueños de un negocio, pero también, y sobre todo, de unos cuerpos.

Junto con otros muchos amos y señores de España de ayer y de hoy, Jesús Gil, en una entrevista concedida a Jesús Quintero y recogida en el documental Mi Querida España, se preguntaba indignado si tan malo era crear riqueza. Frente a las acusaciones de prevaricación y corrupción, al ser reprochado porque “no seguía las leyes al pie de la letra”, él contestó: “¿Qué ley? Es que te confundes con tantas leyes”. Ahora vamos a repasar el perfil de un puñado de confundidos.

En el campo

El líder de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Navarra, Félix Bariáin, difundió un vídeo en las redes sociales en el que amenazaba al Ministerio de Trabajo con acciones violentas si continuaban las inspecciones de trabajo. Reprochaba que se había repartido a los trabajadores cuestionarios “inadmisibles” con preguntas, a su modo de ver, tan extravagantes e impropias como “si se sentían estresados o explotados” o “cuál era la remuneración por su trabajo”.

Sin ningún tipo de reparo, Bariáin –que luego diría que se arrepentía de las formas, pero no del fondo– exige al Gobierno carta blanca para tratar a los trabajadores del campo pidiendo la inaplicación de las herramientas que precisamente sirven para detectar fraudes en las empresas y controlar el poder de quienes tienen los medios de producción.

Son muchos los abusos que conocemos en el campo: desde los temporeros de Lleida, a quienes estos días los hoteles les han negado cobijo, hasta las jornaleras marroquíes que recogen la fresa. Empresa como Los Arenales de Mazagón SL, en Huelva, han sido denunciadas por presuntamente explotar en condiciones infrahumanas a sus trabajadoras, según recogía un reportaje del Diari Ara. El jefe de esta finca fue acusado de abusar y chantajear de algunas de las temporeras, a quienes tenía hacinadas en espacios sin condiciones mínimas de salubridad. La supuesta frase estrella de este patrón: “Si no trabajas más deprisa, te envío a Marruecos”.

Otro documental reciente, publicado en La Directa, titulado El coste de la fruta, denuncia las condiciones de los trabajadores que recogen la fruta dulce en el Baix Segre (Lleida): hombres que provienen de Marruecos, Argelia, Malí o  Senegal, entre otros países, trabajan más de diez horas al día por cuatro euros o menos la hora sin tener siquiera garantizado un techo para que el resto tenga la fruta lista en su supermercado. Pero, a pesar de todo esto, hay personas a las que las inspecciones de trabajo les siguen pareciendo un verdadero improperio.

En la fábrica

Muchas veces se describe a empresarios como Amancio Ortega, dueño de Inditex, o Juan Roig, presidente de Mercadona, como filántropos que se sacrifican por el bien de España. Se aplaude cuando Amancio Ortega dona millones a un hospital o cuando Juan Roig renuncia a parte de su millonario sueldo en época de coronavirus. Sin embargo, la ensayista socialista y bióloga estadounidense Barbara Ehrenreich tiene una definición alternativa para la filantropía –en un país en el que esta es parte central de su cultura y economía– y para nuestra dependencia al trabajo precario y hasta esclavo de los demás: “Cuando alguien trabaja por menos de lo que le permite vivir, cuando pasa hambre para que tú puedas comer más barato y mejor, está haciendo un sacrificio por ti, te ha regalado parte de sus habilidades, su salud y su vida. Los trabajadores pobres, como consentimos que se los llame, son de hecho los grandes filántropos de nuestra sociedad”, escribe en Por cuatro duros. Cómo no apañárselas en Estados Unidos (Capitán Swing). Predice, hacia el final del libro, que un día se cansarán de “recibir tan poco por lo mucho que dan” y que ese día, por supuesto, se desatará la ira.

Amancio Ortega ya puede donar 300.000 mascarillas para combatir el coronavirus, pero su riqueza –o su “milagro téxtil” en tierra gallega– depende directamente, y primero, de las miles de mujeres gallegas que trabajaron en las décadas de los 80 y 90 sin derechos ni contratos, y más tarde, de la deslocalización en países como Turquía, Marruecos y Bangladesh, donde trabajan especial y sistemáticamente mujeres y menores en fábricas textiles a muy bajo precio. Zara llegó a un acuerdo con la Fiscalía de Brasil para pagar más de un millón de euros por un caso de trabajo esclavo registrado en 2011. Ah, los milagros eran eso: talonarios y piruetas fiscales.

En los hoteles

En pie de guerra se encuentra el colectivo de las Kellys, el sindicato formado por las camareras de piso en España, que el pasado 2019 se plantaron por segunda vez frente al Parlamento Europeo para decir alto y claro: “Somos la esclavitud del siglo XXI”. Presentaron frente a los eurodiputados y eurodiputadas una propuesta que podría acabar con las subcontratas ilegales. También reclaman desde hace años un sello de buenas prácticas para colgar en todos esos hoteles que no explotan a sus trabajadoras. Aunque tienen todo para desarrollarlo y hasta está aprobado por el Parlament en Catalunya, inexplicablemente aún no se ha puesto en práctica.

Estas mujeres limpian de media 30 habitaciones de hotel por jornada, cargan carros de cien kilos y recorren unos 15 kilómetros al día. A veces por poco más de 600 euros. Antonio Catalán, fundador de NH y AC Hoteles, ha llegado a reconocer la situación indigna de las camareras y la achaca a la reforma laboral: “La cuestión es que yo, por ejemplo, podría despedir a todas las camareras del hotel que cobran 1.300 euros y subcontratar a otras por 700 euros”, afirmó en el portal Merca2. La primera gran victoria de este colectivo autoorganizado se produjo el pasado mayo, cuando el Grand Hotel se vio obligado a admitir a una empleada que había sido despedida por afiliarse al sindicato. La dirección de Único Hotels, que gestiona el Grand Hotel y preside el empresario Pau Guardans, no ha respondido a las peticiones de los periódicos. Las kellys quieren convertir esta victoria en un referente. Su ira (la misma ira que vaticinaba Ehrenreich en su libro) y su lucha son un ejemplo a seguir para otros colectivos.

CEO y plataformas

señoritos
Un repartidor de Glovo. ÁLVARO MINGUITO

Es de sobra conocida la frase del CEO de Uber Eats en España, Manel Puig, que pronunció en una entrevista para La Vanguardia en 2018“Si hubiera que contratar trabajadores, no existiríamos”. O lo que es lo mismo, que si se encargaran de regularizar la situación de sus repartidores, que trabajan en régimen de falso autónomo, la empresa dejaría de ser viable. Una forma muy sutil de aceptar que su negocio vive precisamente de la explotación y de una interpretación muy libre de la legislación en materia laboral. Hay más ejemplos: como Oscar Pierre, fundador de Glovo, empresa de repartos con inversiones millonarias y que, solo por poner un ejemplo, decidió bajar la tarifa base al repartidor de 2,5 a 1,25 euros en plena pandemia (según denunció Riders x Derechos) al tiempo que animaba, a través de publicidad, a utilizar su servicio. Miles de riders jugándose a la vida para que, ni en cuarentena, dejes de saciar necesidades muy posiblemente no esenciales.

Oscar Pierre o Manel Puig son el nuevo perfil de jefe enrollado del siglo XXI, con gorra y deportiva, que constituye algo así como la última expresión del gerencialismo bajo el capitalismo de plataformas. En el documental Proletaris online, que emitió TV3 hace un año, los exrepartidores Leynor y Lewis Mendez afirmaron tajantes que se trataba de una forma de “chantaje y esclavitud. ¿Qué puedes hacer si necesitas pagar las facturas?”. Contrastaba esta declaración con la de Oscar Pierre, en la que insistía en que la clave es la “flexibilidad, y que esta flexibilidad no puede caer bajo un régimen laboral”. El inquietante régimen de flexibilidad que propone el fundador de Glovo hace malvivir a los repartidores y, por supuesto, se desentiende gracias a esa supuesta flexibilidad cuando literalmente pierden la vida trabajando. Pierre, por supuesto, también ha acusado a los sindicatos de “laboralizar las relaciones laborales en su propio beneficio”.

Hay más ejemplos, claro. Por ejemplo, los denominados “pisos colmena” de Haibu 4.0, en Barcelona. La empresa los denomina “colmeneros”: espacios para albergar a unas 20 personas en cápsulas para dormir de menos de 3 m². Marc Olivé, el fundador de esta empresa, defendía relajadamente en un documental para VICE que “no son pisos dignos para nada” (aunque pagues unos 200 euros) y llegó a decir literalmente que las personas que ahí residen solo pueden comer comida precocinada como pizzas porque es lo que hay (“tu situación no te permite estar sano”). Propone un modelo de vivienda de 20 personas hacinadas porque “si las colocas bien puestas, no se notan”. Olivé, como el resto de CEO iluminados, también sugiere que es el estado y la regulación la que se queda atrás, la que no está entendiendo, por decir de algún modo, la naturaleza tan innovadora de su proyecto.

En Estados Unidos, magnates de la informática y multimillonarios están alimentando con sus propuestas reaccionarias supuestas utopías geeks vinculadas a Silicon Valley. Por ejemplo, el economista Patri Friedman y el millonario Peter Thiel han invertido ya 1,5 millones de dólares en la puesta en marcha del Seasteading Institute, un archipiélago de ciudades flotantes que no estén sometidas a las leyes de EEUU por considerarlas restrictivas y represivas para los auténticos “libres de espíritu”. Uno de los cabecillas de esto, Thiel, ha llegado a afirmar “que la libertad ya no es compatible con la democracia”. En estas ciudades flotantes se propone experimentar con la diversidad de sistemas sociales, políticos y jurídicos. Teniendo en cuenta que sus defensores están alineados con los movimientos más conservadores en materia de roles de género, relaciones raciales, migración o pobreza, sus futuros experimentos solo pueden darnos mucho, mucho miedo. Algunos críticos denominan a estos movimientos directamente tecnofascismos.

El capitalismo avanza imparable con todo tipo de negocios y empresas que se sirven de nuestros cuerpos, y ahora también de las tecnologías, para seguir alimentando la maquinaria. Una maquinaria que no solo no se puede permitir parar, simplemente no se puede permitir no ganar. El capitalismo, aseguraba Santiago Alba Rico en Ctxt.es, es un sistema “perfecto”, solo sucede un pequeño detalle: “Le sobran los seres humanos”. O como explica también este filósofo, uno de los más agudos analizando el sistema económico actual, en su ensayo Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral, 2020): “Los ricos también sueñan y cuando los ricos se ponen a soñar, hasta las piedras se ponen a temblar”.

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