África no es lo que nos cuentan y el terrorismo no es religión

Fuente: Umoya num. 87 –  2º trimestre 2017                                             Celia García Vidal

El terrorismo Yihadista y su avance en el continente africano no comienza en el 2011 con el estallido de la Primavera Árabe, ni cuando Mahoma habló de la guerra santa, ni comienza en el marco  de la puerta de aquel que busca pan y paz.

POR LAS MADRES, DE AFRICA...

Warsan Shire 1 escribió hace dos años en 2015):

 «Quiero irme a casa,                                                                                                               pero mi casa es la boca de un tiburón.
Mi casa es un barril de pólvora,
y nadie dejaría su casa a menos que su casa
le persiguiera hasta la costa,
a menos que tu casa te dijera
que aprietes el paso,
que dejes atrás tus ropas,
que te arrastres por el desierto,
que navegues por los océanos.”

En un fragmento de su poema ‘Hogar’.

En sus tripas.
En las de usted, que la lee. Que lee esto aquí y ahora.
En el estrago y los restos de tinta tan oscura como su
piel somalí que en algún vértice esconde grabado a fuego
el sudor que escurría cuando su casa le gritó un “vete de
mí, ya no soy para ti”.

Y aun cuando el mundo se pregunta qué ha hecho mal, suena un redoble de temores sin tambores que acompañen, porque África no
son tambores, ni son safaris, ni es hambre, ni es sed. Es más. Es caos, son colores, son voces, es calle y tierra. Es vida. Es desierto, noche y silencio.

Y el silencio roto por el estruendo de un cazabombardero sobrevolando la cabeza del que algún día, como todos, soñó con volar. África no es lo que nos cuentan, y el terrorismo no es religión.
Ni es creencia. África es madre. Y no hay madre que de vida y paz y  espere que alguien arrebate ambas.
El terrorismo yihadista y su avance en el continente africano no comienza en el 2011 con el estallido de la Primavera Árabe, ni cuando Mahoma habló de la guerra santa, ni comienza en el marco de la puerta de aquel que busca pan y paz. Ni siquiera en el filo de hierro del fusil del enemigo, que no sabe por qué lo es, pero el odio es irracional y el ser humano no siempre lo es. El terrorismo yihadista no es solo Al Qaeda en Argelia desde el 2006, ni AnsarAd-Din en Mali, ni Al Murabitun en Níger, Bamako o Burkina Faso,… tampoco es Boko Haram en Nigeria.
El terrorismo yihadista es un cúmulo de injusticias sociales y  políticas ahondadas por la indiferencia de los poderes políticos y falta de competencia democrática en ellos. En este hueco operan los terroristas.
La extrema desigualdad entre ricos, muy ricos, y pobres, muy pobres, lleva a un estado de desesperación de los últimos, de lucha por la
supervivencia, de levantamiento contra el régimen y los dictadores africanos apoyados por Occidente que lo único que quiere es seguir
respirando gasolina entre sus calles para siempre jamás.

Las madres son figuras imprescindibles en la sociedad africana"

Shire escribe para los que no saben respirar:

“Cómo es que las palabras
las miradas sucias
caen rodando de vuestras espaldas
quizá porque el golpe es más blando
que un miembro arrancado
o las palabras son más tiernas
que catorce hombres entre
tus piernas.”

Entre versos y puños se deduce desierto y silencio. Y sangre en la garganta, sudor en las palmas de las manos abrasadas por las verjas,
saliva frenando el aire acelerado que se abalanza hacia las tripas que antes fueron corazón.
El terrorismo yihadista es supervivencia desviada, es el engaño del que no ve futuro y vive el día a día para sacarlo adelante lo mejor posible. Es el paraíso prometido, mejor que la vida terrenal y el sentimiento de contingencia, del ser no necesario pero enfrentado con la necesidad de ser alguien. Morir defendiendo algo es mejor que vivir sin defender nada.
“La gran mayoría de la población no tiene una ideología determinada, creen en la democracia y son pacíficos, pero se ven obligados y se dejan convencer… es gente sin estudios, sin trabajo, sin oportunidades, nadie les propone un futuro, excepto los grupos terroristas, que les prometen el paraíso…” dice Nayem Hamadi 2.
Ya lo decía Pedro Pastor 3: “viva la libertad, viva la gente normal”. La libertad que supone saber todo lo que se ha ganado después de abandonar la idea de querer ganar. No hay ni mejores, ni peores, hay seres que, a ratos, son humanos. Y la normalidad sacudió el polvo de los huesos, la tierra roja de los zapatos y se hizo carne para que el paseante se la encuentre cada día, libre, sin miedo y medio viva. Tan normal como salir de casa para ir al mercado, ir a la escuela o que huela a café por la mañana. Tan normal como la paz que reina hoy en la burbuja de Occidente, la paz en la que todo el mundo pide estar y nadie valora que tiene.

Referencias:

1 Warsan Sire es una poetisa y educadora somalí, nacida en 1988
y residente en Londres actualmente, que después de conocer el drama
de la persona refugiada decidió utilizar los versos como contraataque
al sufrimiento. Es ganadora del Premio de la Universidad
de Brunel de Poesía Africana en el año 2013.

2 Nayem Hamadi Farayi es un refugiado del campamento de
Smara en el Sahara Occidental. Actualmente reside en Valladolid.

3 Pedro Pastor, hijo de Luís Pastor, es un cantautor de 23 años
que ha tomado el relevo de su padre en el mundo de la música y la
composición con un estilo muy cercano al público

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