África: Historia de dos mujeres

Fuente: Umoya num 88 – 3er trimestre 2017                                      Joaquín Robledo.

Esta es la historia del dolor de dos mujeres a las que se discutió su
propia condición de mujeres: María Mutola de Mozambique y Caster Semenya de Sudáfrica.

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A finales de 2011, tras el Campeonato Mundial de Atletismo disputado en Daegu (Corea del Sur), la mozambiqueña María Mutola y la sudafricana Caster Semenya decidieron caminar de la mano. La una rozaba los cuarenta y habría de aportar todo su conocimiento; la otra apenas superaba la veintena y necesitaba
canalizar toda la fuerza para poder explotar su descomunal talento.


Ese encuentro simbolizaba el abrazo entre dos generaciones, la cesión del testigo de la mujer que había dominado la prueba de los 800 metros lisos, a la que estaba llamada a convertirse en la dominadora de la modalidad durante el decenio siguiente.
A pesar de que Mutola extendió su carrera hasta 2008, nunca llegaron a coincidir en una pista. Pero esa entente aunaba mucho más: el dolor de dos mujeres a las que se discutió su propia
condición de mujeres.

Se dice de mí

La niña Mutola antes de hacerse merecedora del apodo ‘El Expreso de Maputo’ soñaba con convertirse en futbolista. En la barriada
Chamanculo no había ningún equipo femenino por lo que participaba en competiciones masculinas. Ante la falta de perspectivas balompédicas, a los quince años se introdujo en el mundo del atletismo. Su irrupción fue de tal dimensión que a los pocos meses ya participó en los Juegos Olímpicos de Seúl. Al poco, cuando llegaron sus primeros triunfos, quisieron ponerlos en entredicho y llegaron las acusaciones de ‘poco femenina’ que, eso sí,
enseguida fueron acalladas. Mutola, sin embargo, se vio obligada a aguantar los comentarios que nunca cejaron sobre su aspecto físico. Se sobrepuso y pudo culminar una carrera en la que que destaca el oro olímpico conseguido en los Juegos de Sidney 2000, siete campeonatos del mundo en pista cubierta y otros tres al aire libre.
Un año después de la retirada de Mutola, dos antes del encuentro, una jovencísima Semenya se proclamaba campeona del mundo en Berlín.
La alegría le duró poco, algunas de sus rivales cuestionaron el sexo de la sudafricana y la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) le obligó a realizaruna serie de pruebas para verificar su sexo.En ellas se observó que producíauna cantidadde testosterona superior a la media. El dictamen de la IAAF permitió a Semenya mantener el título pero era muy ambiguo sobre la situación de la atleta en cuanto a las posibilidades de seguir compitiendo  como mujer. Un año después se le abrieron de nuevo las puertas aunque la polémica (interesada) nunca le ha dejado de perseguir.
En ese intersticio surgió un primer contacto entre ambas. Caster  había crecido admirando a María y, quizá por ello, se decidió a llamarla por teléfono para pedir un consejo que, por supuesto, recibió. La relación se fue afianzando y tras el mundial de Daegu, donde la sudafricana perdió la corona, se consolidó: María sería la entrenadora de Caster con la vista puesta en los Juegos de Londres que asomaban en el horizonte. Tras conseguir la medalla de plata, la estrella de Semenya pareció apagarse hasta que en 2016 volvió a lucir arrolladora imponiéndose en los Juegos Olímpicos de Río.
La polémica, empero, no ha terminado: un reciente informe de la IAAF abre la puerta a que se obligue a medicar a las mujeres que producen exceso de testosterona.

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