Fuente: Umoya num. 87 – 2º trimestre 2017                                               José Antonio Oquiñena. Vitoria

Corría el verano de 1994, cuando un grupo de miembros del incipiente Comité de solidaridad con África Negra (Mini, Escoli,  Rodri, Vito y el que suscribe), tuvimos la suerte de vivir en persona la realidad por la que estaba pasando la R.D.Congo, entonces Zaire.
Eran momentos difíciles y la verdad es que pasamos auténtico miedo en varias ocasiones. Pero, con todo, prefiero detenerme en los de grato recuerdo, como lo fue la entrevista que tuvimos, con el que por aquellas fechas era el jefe de la oposición y el que lo ha sido hasta su fallecimiento a los 84 años de edad, (1932-2017).
Tras pasar los controles de rigor, nos encontramos embutidos en un minúsculo despacho, donde todo lo llenaba la imponente figura de La Esfinge, como se le llamaba en su barrio de Limete, en Kinshasa.

Tras las consabidas presentaciones, pudimos escuchar de su boca,  este gran consejo: “Decid en vuestro país que no nos manden armas, la verdadera lucha es el diálogo”. Salimos de allí confortados de su espíritu pacífico, muy lejos de lo que vemos a diario en la clase política.
Estudió leyes en la, por aquel entonces, llamada Leopoldville (ahora Kinshasa), cuando en la universidad no había personas de raza negra (1960-1970). Fue ministro del dictador Mobutu en tres ocasiones, aunque por breves períodos; 32 días (1991), 7 meses (1992), y una
semana (1993). Las diferencias de criterio eran tan abismales, que le costaron la cárcel en dos ocasiones, y la prohibición de por vida, de relacionarse con instancias internacionales y organizaciones de derechos humanos.
Desde la organización que presidia (UDPS), tuvo siempre un enorme poder de convocatoria, arrastró tras de sí a las masas populares, por su honradez y carisma. Cuando en 2016 volvía de una revisión médica en Bruselas, fueron miles las personas que acudieron al aeropuertoa recibirle.
La muerte le sobrevino un año más tarde.