Fuente: Umoya num. 102 3er trimestre 2021 Cristina Bayo Fernández
Hablar de las manifestaciones artísticas de la cultura Mangbetu es hablar de un arte cortesano lleno de gran belleza y utilidad.
Situados en el actual noreste de la República Democrática del Congo, su historia se remonta a los siglos XVII y XVIII, cuando fueron sometiendo o asimilando a otros grupos étnicos, como los Azande o Mobuti, debido a su conocimiento del manejo del metal, con los que elaboraron armas. Será ya en el siglo XIX cuando inauguren su propio reino, siendo su primer monarca Nabiembali, que gobernó entre 1815 y 1860, con un férreo control político y militar.
Su belicosidad fue patente tras la muerte de Nabiembali, debido a las luchas por su sucesión, que debilitó a la monarquía, acentuándose con la llegada de traficantes de esclavos árabes. Finalmente, el reino desapareció con la ocupación alemana, que deseaba el monopolio del marfil y del cobre.
Muchos aspectos llamaron la atención a los europeos de esta cultura. La primera fue la práctica de la antropofagia ritual, practicada para que las personas vivas recibieran las virtudes y sabiduría de los difuntos más sabios.
La segunda fue el alargamiento de sus cráneos, rasgo definitorio del pueblo Mangbetu, que poseía una concepción estética y de distinción social. La técnica denominada lipombo producía una dolicocefalia al colocar en la cabeza del recién nacido, todavía muy moldeable, paños enrollados y apretados para conseguir su alargamiento. Su origen podría ser egipcio, concretamente nilótico, como sucedía con Akenatón, aunque estas pruebas no son concluyentes.
Instrumento musical Mangbetu
Cuchillo. Cultura Mangbetu
Para acentuar aún más la sensación de alargamiento, las mujeres se peinaban al modo tamburu con altos moños cilíndricos sostenidos con finas cañas.
Lo que nació como una moda aristocrática, a partir de la década de 1950 comenzó a caer en desuso, debido a la occidentalización de la zona.
La tercera fue el cuidado corporal, a través de la aplicación de tatuajes y escarificaciones en los rostros, dotándoles de gran belleza y poder social.
Pero si el reino como tal no fue fructífero, sí lo fue su arte, cuya influencia trascendió incluso entre sus rivales, los Azande. Los Mangbetu buscaron la belleza, la elegancia y refinamiento en su vida, pero también en sus manifestaciones artísticas, con una gran armonía y proporcionalidad, dando prestigio a las personas que lo utilizaban, como el propio rey y los jefes de los clanes, que mostraban pipas, jarras, arpas, cajas, armas decoradas o telas. En fin, un arte utilitario, realizado en materiales como la madera, la terracota y el marfil.
Los Mangbetu poseían un gran gusto por lo melódico, como se refleja en la creación de un gran número de instrumentos musicales, como arpas y tambores, que también aparecen adornados con cabezas humanas.
Y es que las representaciones antropomórficas no eran exclusivas de los instrumentos musicales, sino que se desarrollaron en toda su producción artística, aunque pudiendo mezclarse con representaciones zoomorfas, como observamos en algunos recipientes, donde la parte superior muestra un rostro humano y en la inferior aparecen patas de animal para que sirvan de apoyo. En la sociedad Mangbetu, la mujer es generadora de vida y tiene un papel destacado socialmente, tomando parte incluso de cuestiones políticas, por tanto las formas escultóricas femeninas son las más destacadas, relegándose las masculinas a un segundo plano.
Son representadas de manera muy naturalista con la típica deformidad craneal, sus bellos peinados, así como las escarificaciones y tatuajes basados en incisiones geométricas o punteadas, que también decorarán el resto del objeto. Los instrumentos musicales, agrícolas, vasijas o cerámicas variadas
serán algunos ejemplos.
De singular belleza son las jarras rituales en los ritos de iniciación femeninos para pasar a la vida adulta. Realizados en terracota, en un primer momento parecen simplemente esculturas, pero deteniéndonos un poco más, comprobamos que en su parte superior, disimulando al exterior bajo la forma de tocado, presentan un orificio para contener líquidos, que podían contener agua, vino de palma, cerveza o aceite, usados en estos rituales.
La gran cabeza femenina es realista, con ojos almendrados, fosas nasales amplias, labios sensuales y boca entreabierta que deja ver los dientes, en recuerdo de su antropofagia. El resto del vaso, de forma redondeada, recuerda al cuerpo de la mujer, donde se incluyen los pechos.
Finalmente, en la parte posterior de las vasijas aparece un asa que une el cuerpo con la nuca, para que sea más sencilla y práctica en su utilización.
Técnicamente la arcilla es ennegrecida con grafito para mostrar un aspecto metálico tal y como lo realizaban otras culturas como los Edo.
La fabricación de estas jarras se inicia en el primer cuarto del siglo XX, siendo modeladas por mujeres, por ser las creadoras de vida. La tradición se transmite de madres a hijas, acción que se mantiene en la actualidad, aunque actualmente el valor artístico de estas jarras se ha reducido al introducir una iconografía más libre en su creación.
De cualquier modo, podemos concluir que el bello arte utilitario Mangbetu es el fiel reflejo de su sociedad y cultura, la cual ha
sobrevivido a su propia historia.