Fuente: Umoya num. 87 – 2º trimestre 2017 Oliva Cachafeiro Bernal
Los animales son protagonistas de la literatura oral tradicional, en la que se incluyen los mitos fundacionales y los cuentos. Sus cualidades sirven de modelo a los hombres y sus defectos son remarcados para evitar que estos lo repitan.
En las creaciones africanas llama la atención la abundancia de
representaciones zoomorfas, reflejo de la riqueza de la fauna del
continente. Pero la preferencia por estos motivos va más allá.
Los animales son protagonistas de la literatura oral tradicional, en la que se incluyen los mitos fundacionales y los cuentos. Sus cualidades
sirven de modelo a los hombres y sus defectos son remarcados para evitar que estos lo repitan. Reflejan además el orden social. La mayoría de los pueblos creían que fueron creados por los dioses antes que los propios hombres, por lo cual estos deberían aprender de ellos las “reglas” de la vida.
Por otro lado, son representados frecuentemente en objetos que hoy consideramos artísticos. Esta práctica no responde a una zoolatría: no existe en el continente un culto de adoración de animales divinizados. Su simbolismo es de otra índole. En ocasiones tienen un carácter totémico, siendo símbolo de un clan al que protegen asegurando su continuidad. Para ello el animal, con el que se identificará el linaje, se talla en amuletos u objetos de adorno personal.
Pero también pueden conferir sus cualidades y poderes a colectivos
agrupados en sociedades secretas o hermandades. En este caso, las representaciones zoomorfas adornan las joyas, los bastones de mando, las máscaras o las esculturas utilizadas durante los rituales de iniciación o de inclusión. Por último, dentro de ese carácter totémico, se cree que confieren sus poderes y aptitudes también a los gobernantes, siendo símbolo de autoridad y prestigio social. Como tales decoran las regalías (cetros, tronos, brazaletes etc.). Otro de los atributos que se otorgan a los animales es el de ser intermediarios en la comunicación con el más allá. E incluso encarnacionesde espíritus invisibles en ritos iniciáticos,
terapéuticos o propiciatorios, decorando esculturas, máscaras u objetos. De esta manera se dota de imagen a seres que carecen de ella, combinándose en la misma rasgos zoomorfos y antropomorfos En otras ocasiones, no obstante, son “simples” motivos ornamentales en aderezos (collares, pendientes, pulseras o alfileres, por ejemplo) o en armas blancas.
Esta extensa presencia animal se entiende mejor tras leer la firmación de Alain-Michel Boyer: “Si el arte africano mantiene tanta complicidad con los animales, fuente de inspiración superior, es porque detrás de lo visible, que es una pantalla, existe un mundo oculto: cuando es difícil representar un espíritu de la naturaleza, ¿qué hay más simple que darle una forma animal utilizando ciertas bestias que son atributos de los dioses?”(1)
Entre los animales más representados figuran el antílope, el camaleón, el cocodrilo, el búfalo, el carnero, los peces, el elefante, el león, el leopardo, la jirafa, el lagarto, el perro y ciertos pájaros como el calao.
Una de las zonas donde se han hallado más representaciones zoomorfas es el Delta interior del Níger. Y, entre ellas, las más numerosas con diferencia son las serpientes, bien como esculturas
individuales (enroscadas en el suelo o junto a una figura humana,
generalmente femenina, en ángulo con ella) o como motivo decorativo (en forma zigzagueante sobre un cuerpo humano). Así ocurre en la cultura Djenné (Malí, ss.VIII-XIX), donde su recurrencia puede estar relacionada con el carácter sagrado del reptil o, según otros investigadores, con el mito primordial de los Soninke. Según éste, Magna Diabé, fundador de su capital Kumbi Saleh, hizo un pacto con la serpiente Bida, por el cual cada año se le sacrificaría una virgen en época de cosecha para asegurar la lluvia y la fertilidad de los campos. Un mago se enamoró de una de esas jóvenes y para salvarla mató a la serpiente, lo que provocó una sequía de siete años y obligó al clan a trasladarse a Djenné-Djennó. A partir de este mito se mantuvo lacostumbre de emparedar a una virgen viva en los cimientos de cada casa nueva construida para proteger las edificaciones de las inundaciones del Níger. Parece que con el tiempo estas mujeres reales fueron reemplazadas por figuras de terracota que han aparecido enterradas junto a representaciones de reptiles.(2)
La razón por la que ocurría esto se encuentra en la identificación de la serpiente con el agua. Sus formas onduladasparecen emular a los meandros del río, y el río es la vida: no solo calma la sed de hombres y ganados, sino que proporciona el alimento, tanto por la pesca como por ser imprescindible para el riego de los campos. Por otro lado, el hecho de que mude su piel, lleva a identificarla con la idea de resurrección y renovación. Todo ello hace que sea considerada en gran parte de África como un ser sagrado y benéfico.
Otro ejemplo es el del arte edo (Antiguo reino de Benín, Nigeria), donde la serpiente estaba vinculada con el rey Olokun, cuyos poderes están íntimamente unidos precisamente al mundo acuático.
En cualquier caso, el de la serpiente, no es más que un ejemplo de cómo son utilizados los animales en el arte africano. Cada uno es concebido, según las regiones o pueblos, como intermediarios con los espíritus de la naturaleza, como poderoso espíritu o receptáculo del espíritu de los ancestros. Es decir, van mucho más allá del aspecto decorativo, escondiendo un simbolismo profundo que para comprender debemos primero conocer.
Notas: 1: Alain-Michel BOYER, Les Arts
d’Afrique, Paris: Hazan, 2007.
2: Wener GILLON, Breve historia del arte
africano, Madrid: Alianza, 1989, p.101.