Abusos, violaciones y masacres de Cascos Azules, ha generado rechazo africano a la ONU

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Los abusos, violaciones y masacres de los Cascos Azules es lo que ha generado el extendido rechazo africano hacia la ONU

Las protestas contra los Cascos Azules en África que desacreditan las actividades de mantenimiento de la paz de la ONU se están convirtiendo en algo común. Así, durante la sesión del 76 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, la República Centroafricana volvió a plantear la cuestión de la eficacia de la presencia de los Cascos Azules en este país, señalando las reiteradas acusaciones vertidas contra empleados de la Misión Multidisciplinar de la ONU en la República Centroafricana (MINUSCA) de ayudar a la organización Seleka, una filial local de Al Qaeda.

Entre los crímenes de los Cascos Azules cometidos en el país se encuentran numerosos asesinatos y violaciones, incluidos niños. Se han documentado un gran número de casos de no injerencia por parte de miembros de la misión de la ONU en situaciones en las que grupos armados aterrorizaban a la población civil, aunque dicha injerencia era la tarea principal de los “pacificadores”.

Recientemente estalló otro escándalo en torno a los “pacificadores” de la Misión de Estabilización de la ONU en la República Democrática del Congo (MONUSCO) detenidos por asesinar a civiles durante las protestas en el país provocadas por el comportamiento y presencia de los Cascos Azules en esta república.

Las manifestaciones contra la presencia de los Cascos Azules comenzaron a finales de julio, cuando durante los enfrentamientos entre civiles y “pacificadores” murieron 32 ciudadanos de la RDC. El contingente de la ONU utilizó equipo especial y armas de fuego para dispersar a la gente. Representantes de la ONU condenaron el tiroteo de civiles en el país e informaron que los empleados culpables de la misión MONUSCO, provenientes de Tanzania, fueron arrestados.

Según el portal AfricaNews, el Gobierno congoleño ha hecho un llamamiento a Naciones Unidas para que expulse al representante de la misión de mantenimiento de la paz MONUSCO, Mathias Gilmann, de la República Democrática del Congo (RDC).

La misión MONUSCO ha estado operando en la RDC desde 1999 como parte de la implementación de uno de los puntos del Acuerdo de Cesación del Fuego de Lusaka que puso fin a la Segunda Guerra Congoleña, y que ya se ha gastado más de 15 000 millones de dólares en sus actividades. En una primera etapa, las tareas de los Cascos Azules se limitaron a monitorear el régimen de alto el fuego, y luego las actividades de mantenimiento de la paz pasaron a incluir el apoyo activo del ejército en la lucha contra las pandillas.

Sin embargo, a pesar de la larga existencia de la misión de mantenimiento de la paz, la situación en la región no mejora. Cientos de grupos han dividido en pedazos el país y aterrorizan a la población, lo que provoca sus naturales protestas y manifestaciones contra los Cascos Azules.

En 2008 varios medios de comunicación occidentales informaron que los cascos azules paquistaníes destinados a la RDC vendieron armas y municiones a miembros de uno de los grupos a cambio de oro. Representantes de la MONUSCO incautaron municiones y armas de los militantes y luego las devolvieron a cambio de metales preciosos.

En 2021, investigadores africanos y occidentales publicaron una investigación en la que identificaron numerosos casos de violencia contra mujeres y niños por parte de las fuerzas de mantenimiento de la paz en este país, siendo acusados ​​de 405 episodios de abuso sexual de 2007 a 2021. Es sin duda uno de los casos más graves de África.

Las protestas contra los Cascos Azules de la ONU se están volviendo comunes en todo el continente. Las demandas de que las “fuerzas de paz” abandonen el país, ya que no cumplen con las condiciones del mandato, son presionadas regularmente, en particular, por la población de la República Centroafricana.

Además, periodistas de las publicaciones centroafricanas Nouvelles Plus y Le Citoyen sorprendieron al personal MINUSCA en el contrabando de marfil, el tráfico de materiales valiosos, oro y diamantes, en la ayuda a grupos armados y en la entrega de ametralladoras y municiones a cambio de metales preciosos.

La situación es similar en Malí, donde el contingente guineano de la Misión Integrada Multidisciplinar de la ONU en Malí (MINUSMA) abrió fuego contra un coche civil a la salida de la ciudad de Kidal a principios de julio de este año, por lo que dos personas resultaron heridas. En estas circunstancias, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Mali emitió un decreto el 14 de julio restringiendo el movimiento del contingente de la misión MINUSMA en el territorio del país.

Además, como informó Adam Diarra, coordinador de la plataforma cívica Yerewolo en este país, las autoridades malienses pretenden exigir que los Cascos Azules abandonen la república antes del 22 de septiembre para librar al país de su inútil presencia. En los nueve años de presencia en Malí, los empleados de la MINUSMA, según declaraciones de las autoridades del país, no han hecho frente a ninguna tarea de su propio mandato.

No solo no pudieron garantizar la seguridad de los civiles y protegerlos de los ultrajes de los islamistas radicales, sino que ellos mismos se involucraron en escándalos de alto perfil al contrabandear recursos naturales y participar en violencia sexual y asesinatos de la población.

Muchos países que en su momento hicieron contribuciones económicas y de personal están convencidos de que estas misiones en África han resultado ser un completo fracaso. Por ejemplo, India, que ha aportado más personal militar y policial, está reduciendo su presencia en la región.

Tampoco hay que olvidar que los países africanos se están volviendo más independientes en su política exterior. Y la exitosa experiencia de cooperación en seguridad con Moscú y Pekín les muestra claramente que los problemas pueden resolverse sin las fuerzas de mantenimiento de la paz impuestas por Occidente. No es «ni la mano de Moscú» ni «la mano de Pekín» las que están detrás de los cambios geopolíticos recientes, sino la insolencia y la arrogancia occidental las que han hecho que estos países busquen nuevos socios, y no tutores.

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