Fuente: https://literafrica.wordpress.com/2020/09/06/a-la-busqueda-del-espiritu-de-los-pajaros-y-de-su-vision/ sfqu 6 septiembre, 2020
Tocas o te tocan. No sabes cómo ocurre y de pronto te ves rodeada de pájaros. Revolotean desde el principio, por campos de folios blancos. Su presencia intimida o estremece, nunca deja indiferente. Más allá de simbolismos más o menos predecibles, su lugar dentro de algunas narraciones, marca a fuego la lectura. Como en estos tres libros.
A los personajes de Trilogía de Z. Town no les dejan un respiro para la belleza. Sus vidas parecen mantenerse en pie debido a un precario equilibrio que las empuja a seguir adelante. La asfixia que mana de los township, en pleno apartheid, aleja cualquier conato de ver la vida en los guetos de manera romántica, y junto a la agonía de una vida llena de violencia patriarcal, hacen que Muriel, una de las tres protagonistas de la historia, se transforme en pájaro. En forma de contrapunto mágico, quizás la única manera que le queda para actuar como desea: una prolongación de si misma como animal.
Se mira diferente cuando se vuela. El ave se eleva y tiene otro encuadre, otra visión y puede penetrar donde no pueden los seres humanos sin ser vistos como una amenaza. Pero Muriel no es la única que tiene conexiones con las aves en esta historia.
La llegada de una bandada de pájaros, provenientes de Mozambique, nos habla de migraciones y de refugiados. Proporcionan un nuevo toque de misterio y de amenaza en la vida de aquel pedazo de tierra sudafricana. Solo Jane, la hija de Muriel en la novela de Achmat Dangor, los acoge con agrado. Ella es capaz de comunicarse con ellos de manera sobrenatural, y los compara con los seres humanos. Algunos son aves de rapiña. Pero Jane guarda una baza: sabe que tiene la capacidad de volar.
Hay un pájaro negro en la portada del segundo libro. Los muertos regresan en La canción de los vivos y los muertos para acompañar a los vivos en su árido camino. “El hogar tiene que ver con la tierra”, dice Richie el niño en el que la injusticia, que todo el tiempo sobrevuela la historia, llena de racismo y vidas errantes, condensa sus dosis más altas. Es un pájaro que quiere volver a casa. Jesmyn Ward escribe sobre la vida en el sur de Estados Unidos con aridez, mostrando las capas que guarda cada ser humano en su interior, hacia delante y hacia atrás, hacia la vida y hacia la muerte. En el cruce de caminos entre las tres generaciones, vapuleadas por la violencia y el racismo sin tregua, que alimentan la trama, a menudo pulsando las teclas equivocadas, en el tiempo que es todo a la vez, presente, pasado y futuro. El niño que desea ser ciego a los deseos de los hombres de arriba, tras el pájaro escamado. Duele.
Norah se encarama en las ramas sin flor de la ceiba en casa de su padre. Es una de las Tres mujeres fuertes que cuentan sus historias de fuerza y resistencia. El padre de Norah, “hecho a si mismo”, es un senegalés de clase media, despótico y cruel, cuya visión de la mujer es el de objeto sexual y que nunca ha tenido en cuenta a sus hijas. Otra es Fanta. Rechazada por su marido blanco frustrado ante su éxito, el viejo racismo ante la africana. La conocemos a partir de las palabras de Rudy, su esposo, que se ve acosado por un cernícalo. La tercera es Khady. Sus alas arremeten delante de nuestros ojos al ir desgranando su vida que parece también ser esclava de los designios de los hombres, la vida despojada de si misma, desnuda en su tierra y agotada en el viaje hacia una Europa que no la quiere. Pero el ave la libera en su metamorfosis, en su victoria íntima.
Marie NDiaye teje y nos muestra las tres vidas. Ella sabe que son especiales, exquisitos, fuertes, libres, envolventes y misteriosos. Los pájaros.