
No todas las violencias duelen igual, pero muchas se parecen. Hay algo especialmente frustrante en sentirte fuera de lugar justo en espacios donde se supone que ibas a estar segura, acogida, acompañada. Eso es lo que pasa cuando entras en un espacio feminista como mujer negra y, poco a poco, vas notando que ese “todas” no te incluye del todo.
Aquí van seis momentos que me dejaron claro que el feminismo blanco tiene aún mucho que revisarse:
1. Cuando hablar de racismo era “desviarse del tema”
En una asamblea feminista propuse hablar del racismo institucional y cómo afecta a mujeres migrantes en trámites, trabajo o salud. Me respondieron que “no era el momento” y que ya habría un taller “sobre eso” en otro momento, que había que abordar los temas más transversales. Como si hablar del racismo no fuera hablar de patriarcado. Como si nuestras vidas tuvieran que esperar su turno.
2. Cuando me miraron raro por decir que no me siento segura con la policía
Estábamos hablando de violencia machista y varias compañeras pidieron más presencia policial. Cuando dije que como mujer negra y migrante la policía no me da seguridad, sino miedo, se hizo un silencio. Luego alguien dijo que “no hay que mezclar cosas”. ¿Mezclar? Para muchas, la policía no es protección, es amenaza.

3. Cuando me invitaron solo para hablar “de raza”
He ido a charlas feministas donde soy la única mujer negra, y mi presencia solo parece tener sentido si hablo de racismo. Solo se me permite intervenir en ese momento. Si quiero hablar de maternidad, deseo, trabajo o placer, ya no interesa tanto. Nos quieren para educar, no para compartir. Y mucho menos para cuestionar.
4. Cuando callaron ante un comentario racista de una compañera
Una compañera blanca soltó que “Es que últimamente todo lo llamáis racismo”. Fue un comentario pasivo-agresivo acuando señalé una actitud racista en el grupo. Nadie dijo nada. Se cambió de tema. Yo me fui de la reunión.
5. Cuando me pidieron “calma” al señalar discriminación
Las veces que he señalado una exclusión, una falta de representación o un gesto racista, la respuesta ha sido que “hay formas”, que no hay que “dividir el movimiento”, que “no es personal”. Pero sí lo es. Porque cada una de esas veces, yo me sentí sola. Y no debería ser así.
No escribo esto por despecho. Lo escribo porque necesitamos espacios donde no tengamos que elegir entre ser mujeres y ser negras. Porque no quiero más sororidad que nos infantiliza, nos usa o nos silencia. Porque si vamos a hablar de feminismo, que sea completo, incómodo y verdadero. Tenemos que mirarnos al espejo.

Marián Cortés Owusu
