La revolución cubana sacudió a Latinoamérica y al mundo entero. Cuba era la constatación de que se podía poner un alto a siglos de opresión y explotación, de que el colonialismo y el imperialismo podían ser vencidos. Cuba se convertía en un esperanzador mensaje para los pueblos del mundo: la revolución es posible.
Hasta Cuba acudieron miles de hombres y mujeres a aprender, y miles de cubanos y cubanas y solidarios internacionalistas también asistieron a otras partes del mundo a continuar la lucha. El destacado sociólogo estadunidense Charles Wright Mills, preocupado por entender lo que pasaba en la isla más allá de lo que los aparatos ideológicos y de propaganda de EU decían, llegó hasta Cuba con el apoyo de Carlos Fuentes y Pablo González Casanova, entre otros, para entender la revolución cubana. Mills se entrevistó con Fidel Castro, con el Che Guevara y con artistas e intelectuales. Convivió con el pueblo cubano y conoció desde adentro su lucha. En 1961, mismo año en que Cuba derrotó a EU en Playa Girón, Mills publicó su libro Escucha, Yanqui: La Revolución en Cuba, con el objetivo de explicar a los estadunidenses lo que aprendió: Si yo fuera cubano, indudablemente estaría trabajando con todas mis fuerzas para el éxito de mi revolución. Pero no soy cubano; soy yanqui. Para mí, esto no significa que esté menos en favor de su revolución. Porque como Leonard T. Hobhouse, cuya doctrina comparto en este punto, no puedo prestar una lealtad incondicional a ninguna institución, hombre, Estado, movimiento o nación. Mi lealtad está condicionada por mis convicciones y mi escala de valores. Y en este aspecto, ambas están más de acuerdo con la revolución cubana que con la reacción oficial de Estados Unidos hacia ésta
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Contrario a lo que suelen difundir las derechas para desinformar y alimentar el odio generado por las derrotas del pasado, la revolución cubana tuvo un profundo carácter humanista. El periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński recupera en su destacado libro Cristo con un fusil al hombro una anécdota que circuló y circula entre quienes pelearon junto al Che en Cuba: “Su destacamento no para de capturar prisioneros, soldados rasos y oficiales, a los que suelta enseguida. Desde el punto de vista militar, comete un grave error: los prisioneros no tardan en informar del lugar en que se encuentra el destacamento, del número de sus miembros y de su armamento. Pero Guevara no fusila a ninguno. ‘Estás libre’, les dice; ‘nosotros, los revolucionarios, somos personas moralmente honestas, no vamos a ensañarnos con un adversario desarmado’”.
Las gestas del pueblo cubano, comandadas por Fidel, por el Che, por Aidé, por Armando y por tantos otros y otras, han quedado retratadas en múltiples expresiones artísticas. Por ejemplo, Gloria Contreras, bailarina, coreógrafa y fundadora del Taller Coreográfico de la UNAM, dedicó al Che una hermosa pieza titulada Sólo para un ángel contemporáneo. Independientemente de la opinión que se tenga hoy sobre Cuba, nadie puede negar el aporte histórico, cultural e intelectual de su revolución, como tampoco se pueden ocultar los aportes de Fidel y del Che.
Ya sea en la danza, en el cine, en la literatura, en las ciencias, en la salud y en múltiples áreas, la revolución cubana, y con ella, las ideas de Fidel y el Che, aportaron profundamente al pensamiento emancipador de América Latina y del mundo entero. En 2017, el subcomandante insurgente Galeano del EZLN escribió: “En lo que se refiere a Fidel Castro Ruz, sólo les decimos: ‘si no lo pudieron matar cuando estaba vivo, menos van a poder ahora que ha muerto’”.
*Sociólogo