Yo os acuso

Javier Díez Moro*
Yo os acuso

Ayer llamó mi atención una noticia de un diario matutino. Era una pequeña reseña, perdida en el enjambre de noticias de la sección de sociedad, que decía: «La Audiencia Provincial de Madrid condena al asesino del niño Habib Saqallah a 24 años de prisión. El homicidio tuvo lugar hace dos años en una céntrica calle de la capital en pleno día, cuando Habib, de 15 años, fue increpado por un hombre joven, al grito de ¡moro de mierda!. El agresor propinó al chaval durante tres minutos una paliza mortal, al tiempo que le gritaba ¡te voy a reventar, hijo de puta!, ¡aquí no queremos terroristas!, ¡vas a morir, pedazo de cabrón! Un grupo de personas presenció la agresión a apenas tres metros de donde Habib, ya en el suelo, hacía gestos pidiendo socorro. Pero ninguno le socorrió. Se limitaron a hacer fotos con los móviles, dejando escapar al homicida. El grupo, todos ellos ejecutivos de una empresa multinacional, en viaje de negocios por España, estaba compuesto por un estadounidense, un alemán, un francés, un belga, un holandés, un austriaco, una italiana, un húngaro, un inglés y un español». A veces, las casualidades son inspiradoras. La víctima del cruel asesinato se llamaba Habib Saqallah, igual que el personaje protagonista de mi novela El diario de Laila Azam (Historias de Gaza). En la noticia pude leer también: «La fiscal, que había calificado la conducta de los ejecutivos de la multinacional de reprobable por no auxiliar a la víctima, ha logrado que en la sentencia se condene a todos ellos, al ser considerados cómplices por omisión».

Resulta innegable que el asesinato de ese niño no se habría materializado si el grupo de testigos hubiese intervenido. Pero ninguno de ellos hizo nada por salvar la vida a la víctima. Por ello, tal y como se recoge en el artículo 29 del Código Penal, fueron considerados cómplices del asesinato.

Por las mismas razones, al estadounidense Donald Trump, al alemán Friedrich Merz, al francés Emmanuel Macron, al belga Bart de Wever, al holandés Geert Wilders, al austríaco Christian Stocker, a la italiana Giorgia Meloni, al húngaro Viktor Orbán, al inglés Keir Starmer y al español Pedro Sánchez, entre otros, yo os acuso de cómplices del genocidio contra el pueblo palestino. 

Yo os acuso de inacción ante la masacre perpetrada por el Estado de Israel. También acuso a vuestros países por haber permitido la extinción gradual del Estado de Palestina, que desde 1948 ha llevado a cabo el colonialismo israelí. Las cifras de la actual carnicería en Gaza son aterradoras: más de 61.000 muertos*, entre ellos, más de 22.000 niños; 110.000 heridos y casi 15.000 desaparecidos. Varios estudios académicos han concluido que el 80% de los palestinos muertos son civiles.

* Las cifras de muertos que aparecen en los medios de comunicación suelen ser otras y difieren según las fuentes. Son muchas las ONG que trabajan a pie del cañón en Gaza que aseguran que el número de muertos es muy superior al que proporciona el Ministerio de Salud de Gaza, ya que solo tienen en cuenta los cadáveres identificados. En todos los conflictos bélicos hay muertes directas y muertes indirectas, también hay muchísimos restos humanos sin identificar. Según datos publicados en la revista médica británica The Lancet, se estima que “solo en los primeros nueve meses de guerra el número real de muertos podría ser de 186.000 o incluso mayor”.

Las medidas tomadas por los países europeos han sido simples gestos, vacíos de contenido, sin ninguna repercusión en los acontecimientos. Una vez más, desde los inicios de la Guerra Fría, Europa ha sido incapaz de enfrentarse a las directrices estadounidenses de política internacional, limitándose en este caso a invocar el respeto de los Derechos Humanos o a reconocer el Estado de Palestina (España, Irlanda, Noruega y Eslovenia, en 2024). ¿Por qué no se han tomado las medidas adoptadas con Rusia por su invasión de Ucrania en el caso de Israel? En el conflicto ruso-ucraniano, los países europeos, con mayor o menor entusiasmo, siguieron las órdenes de la Administración Biden. Y, ahora, muy probablemente, la UE y Europa entera se plegará a lo que la Administración Trump acuerde con Putin. Y para esto, 3 años de guerra, más de 1 millón de muertos y 7 millones de desplazados.

Occidente siempre mantuvo una posición hipócrita en lo concerniente al conflicto palestino-israelí. El lobby judío ha hecho gala de unos enormes tentáculos no solo en EE.UU., sino también dentro de la propia UE. Y países supuestamente avanzados, con democracias estables, han comprado el discurso sionista. ¿Qué países occidentales han roto relaciones con Israel? ¿Quiénes se han atrevido a poner sobre la mesa medidas drásticas, como sanciones y embargos? ¿Por qué se continúa permitiendo el paso y comercio de armamento con Israel? ¿Por qué ningún país occidental ha enviado armas al pueblo palestino?

El gobierno ultraderechista y sionista de Benjamín Netanhayu, apoyado en todo momento por Estados Unidos, ha logrado que los gobiernos occidentales den por bueno su relato semántico de los hechos. Países como Alemania, prohibiendo manifestaciones y conferencias a favor del pueblo palestino, alegando antisemitismo; como Reino Unido, que ha estado deteniendo a hombres, mujeres y jóvenes con kufiya, acusándoles de propalestinos, y, más recientemente, sometiendo a interrogatorio policial a Stephen Kapos, de 87 años, superviviente del Holocausto, por participar en una manifestación en contra del genocidio. «Este Gobierno está “macartizado”, Keir Starmer no representa los valores tradicionales del laborismo: solidaridad, derechos humanos, igualdad entre los pueblos», manifestó el superviviente del Holocausto; como EE.UU. (primero con Biden y ahora con Trump en mayor grado), arrestando a estudiantes por manifestarse por la causa palestina o congelando las subvenciones a universidades tan prestigiosas como Harvard, Princenton o Columbia, a las que se acusa de antisemitas.

El complejo de culpa, sumado posiblemente a la necesidad de justificar la inacción, es algo innegable en el caso del pueblo alemán. La Alemania nazi fue el mayor exponente de antisemitismo de la historia. Ahora, ese sentimiento de culpabilidad con respecto al pueblo judío, muy arraigado todavía en la sociedad germana, tiene que ver con que confundan de modo deliberado antisionismo y antisemitismo.

Conviene recordar que el sionismo apareció en Europa central y oriental a finales del siglo XIX. Su fundador, en tanto que movimiento organizado como respuesta a la ola antisemita que recorría Europa en esos años, fue el periodista austrohúngaro de origen judío Theodor Herzl. El sionismo es una ideología y un movimiento político nacionalista que propuso desde sus inicios el establecimiento de un Estado para el pueblo judío en Palestina, una región que corresponde a la antigua Tierra de Israel (Eretz Israel) en la cultura judía. De acuerdo con el judaísmo y la Biblia, la Tierra de Israel o Sion es la Tierra Prometida por Dios para los judíos. Este movimiento fue el promotor y responsable en gran medida de la fundación del Estado de Israel y, desde su consecución, se centra en la defensa y apoyo al mantenimiento de su existencia e, incluso, en ir más allá en su ansia expansionista.

La sociedad civil europea o americana se manifiesta en contra del sionismo por ser la ideología que sustenta las atrocidades expansionistas de Israel. Y que, incluso, si nadie lo impide, pretende seguir ocupando territorios para hacer realidad el viejo sueño sionista del Gran Israel, que además de los territorios colonizados de Palestina, incluiría grandes porciones de Egipto, Arabia Saudí, Irak y Siria, así como la totalidad de Líbano y Jordania, aparte del territorio actual de Israel.

Desde que Naciones Unidas cometió el error de efectuar el Plan de Partición en 1947, repartiendo el territorio histórico palestino entre lo que sería el Estado de Israel y Palestina, el pueblo palestino ha sido despojado gradualmente de sus tierras, quedando reducidas a un 15% de lo que ocupaban antes de la partición.

Abundando en el relato semántico que hace Israel, no es baladí cómo se tergiversan otras palabras con la intención de que acabe calando en la opinión pública el mensaje urdido por el sionismo.

Cuando el 7 de octubre de 2023, milicias de Hamás y otros grupos armados palestinos se adentraron por sorpresa desde la Franja de Gaza hasta el sur de Israel (antiguo territorio palestino), el mundo entero conmocionó. La operación, denominada por los palestinos como la Tormenta Al-Aqsa, según datos de Israel, supuso la muerte 1195 israelíes (766 civiles y 373 militares y policías), unos 3400 heridos y la captura de 251 más, que fueron trasladados a la Franja de Gaza. Además, según los mismos datos, murieron 1609 milicianos palestinos y fueron capturados 200.

Para Israel y los países occidentales, en la operación Tormenta Al-Aqsa, “los terroristas de Hamás tomaron 251 rehenes”. En un estado permanente de guerra entre un país invasor y otro invadido, ¿los capturados son rehenes o prisioneros? ¿Por qué los miles de palestinos encerrados en cárceles y campos de concentración, muchos de ellos menores de edad, antes de este tramo de la guerra y ahora, son llamados prisioneros y no rehenes?

¿Por qué los gobiernos occidentales y la prensa internacional, cuando se refieren a la operación Tormenta Al-Aqsa, hablan de “atentados” y no de “operaciones militares”? ¿Acaso las milicias combatientes contra un país opresor y colonial no pueden llevar a cabo operaciones militares de resistencia?

Lo que lleva haciendo el Estado de Israel desde hace más de 75 años en Palestina qué es. ¿Son “atentados” u “operaciones militares”?

¿Hamás es un grupo “terrorista”? Depende para quién. Mientras que para EE.UU. o la UE se trata de un grupo terrorista, para países como Irán, Siria, Rusia, Turquía, China, Brasil o Noruega no lo es. Lo cierto es que no existe una definición de terrorismo aceptada por la Asamblea de la ONU. Por tanto, el proceso para considerar a un grupo o persona como terrorista es diferente en cada país y en cada organización.

Hamás es un partido político que, tras las elecciones de 2006, gobierna la Franja de Gaza. En su ideario no comparten la idea de los dos estados, por lo que se negó a reconocer el derecho a existir de Israel (en suelo palestino). Ciertamente, cuando en 1947, tras estudiar distintas alternativas, las Naciones Unidas propusieron poner fin al Mandato Británico y dividir el territorio de Palestina en dos Estados independientes, uno árabe-palestino y otro judío, y que Jerusalén quedara bajo un régimen internacional, se cometió un grave error. Se decidió crear un estado, el de Israel, donde había gente viviendo. El fruto de aquel desaguisado histórico son los más de 75 años de conflictos violentos en la región.

Con independencia de que cualquier acto de guerra que acabe con la vida de personas civiles es condenable, me gustaría proponer la reflexión que hace uno de los personajes de mi novela El diario de Laila Azam (Historias de Gaza) a propósito del terrorismo.

Lo que viene a continuación tiene lugar en la casa de la anciana profesora palestina Yamila Abu Akleh. Es una conversación entre ella y el joven Habib Saqallah: «Señora, mis padres, y sobre todo mamá, piensan que si no fuera por el terrorismo de Hamás tal vez nada de lo que nos ocurre ahora sucedería». La anciana miró entonces a Habib, zarandeando la cabeza de un lado a otro, afectada de una sonrisa sarcástica, y desgranó lentamente una reflexión: «A lo largo de la Historia, muchos han sido los grupos terroristas que, una vez lograron sus objetivos de libertad, fueron considerados patriotas. A veces, Habib, ser considerado una cosa u otra tiene que ver sobre todo con la diferencia que hay entre la victoria y la derrota. Seguramente que has estudiado en la escuela hechos históricos considerados heroicos». La mujer le habló de los levantamientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid como respuesta a la invasión francesa de España, a los que siguieron oleadas de indignación e insurrección armada por todo el país, desembocando en la Guerra de la Independencia española. ¿Aquellas gentes del pueblo, que lucharon con lo que tenían a mano contra el ejército ocupante francés, qué fueron: terroristas o patriotas?, reflexionó en voz alta la mujer, buscando también la reflexión de Habib. Y le habló de Nelson Mandela, el padre de la patria sudafricana, explicándole que antes de que fuera considerado un patriota fue calificado de terrorista comunista y por ello estuvo encarcelado. Se refirió también a José de San Martín y a Simón Bolívar, dos libertadores que pasaron a la Historia como figuras claves de las guerras de independencia hispanoamericanas. ¿Y qué decir de los partisanos que lucharon en Italia contra el fascismo y el nazismo, o de la Resistencia francesa que hizo lo propio contra el ejército alemán de ocupación? Terroristas o patriotas, ¿qué fueron? «Quizá algunas de estas cosas no te las habían enseñado en la escuela o, al menos, con esta perspectiva, ¿no, Habib? -expuso la mujer, observando la expresión de asombro del muchacho-. Y sin ir tan lejos, nuestro Yasir Arafat, como seguramente habrás estudiado, recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos en favor de la concordia en Oriente Próximo. Su lucha fue por la liberación del pueblo palestino. Pero antes de eso, hubo países y naturalmente muchos israelíes que lo consideraron un terrorista».

Aunque ha habido pronunciamientos internacionales en contra de Israel y de Benjamín Netanyahu, algunos de ellos incluso dentro de la propia comunidad judía, hasta ahora de nada ha servido. Ni las constantes críticas del Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres; ni declaraciones como las de la Relatora especial de Naciones Unidas sobre los territorios palestinos, cuando dice: «El derecho internacional prohíbe lo que hace Israel: no es una guerra, es un ataque genocida»; ni siquiera el hecho de que la Corte Penal Internacional decretara en noviembre de 2024 órdenes de detención contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y su ex ministro de Defensa, Yoav Gallant.

Una prueba evidente de que Netanyahu se siente seguro, gracias al apoyo activo de EE.UU., así como al apoyo pasivo de la UE, es que ha visitado Hungría el pasado 2 de abril y fue recibido con honores por el también ultraderechista Viktor Orbán. Hungría ha desobedecido la orden de detención de la Corte Penal Internacional que pesaba sobre Netanyahu, una orden de obligado cumplimiento para todos los estados miembros de la UE, y nada relevante ha pasado. Es más, el primer ministro belga, Bart De Wever, ha afirmado recientemente que su país ignoraría la orden de arresto que pesa sobre Netanyahu. «Existe algo llamado “realpolitik”. No creo que ningún país europeo detenga a Netanyahu si estuviera en su territorio. Francia no lo haría, y creo que nosotros tampoco», manifestó De Wever a un periodista de la emisora belga VRT. Recordemos que Francia, Hungría y Polonia ya manifestaron que no actuarían ante la orden de arresto, y que Alemania e Italia criticaron abiertamente la orden sin decir si la cumplirían.

Israel ha arrasado la Franja de Gaza y masacrado a su población y, en menor escala, a los habitantes de Cisjordania. Ha destruido infraestructuras esenciales, escuelas y universidades. Ha atacado hospitales y ONG. Ha asesinado deliberadamente a periodistas y reporteros. Ha utilizado la hambruna como arma de guerra. Ha encarcelado a más de 10.000 palestinos, de manera arbitraria o sin cargos. Ha procesado de manera automática y sistemática a niños y adolescentes en tribunales militares, un menor con tan solo 12 años puede llegar a enfrentarse a penas de hasta 20 años de reclusión. Ha roto por sorpresa el alto el fuego en Gaza, que llevaba casi dos meses en vigor. Ha puesto en marcha un plan de desplazamientos forzosos para echar a los habitantes gazatíes de su país. Ha secundado la idea de Donald Trump para reconvertir la Franja de Gaza en un resort de lujo, la Riviera de Oriente Próximo… Y Europa, mientras tanto, mantiene una actitud hipócrita entre su discurso y sus actos. Por todo esto, yo os acuso de cómplices por omisión. Acuso a Benjamín Netanyahu y a Joe Biden y a Donald Trump. Y también a Friedrich Merz, Emmanuel Macron, Bart de Wever, Geert Wilders, Christian Stocker, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Keir Starmer y Pedro Sánchez, entre otros.

* Escritor y columnista. Fotomontajes e ilustraciones del autor.
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