Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2023/11/adolescentes-y-educacion-sexual-es-el-porno-el-problema/ June Fernández 28.11.23
La campaña difundida por Emakunde en torno al 25 de noviembre alerta de que la pornografía es una escuela de violencia sexual. Expertas critican que el mensaje institucional contrasta con la falta de compromiso para implementar la educación sexual integral en el currículum educativo.
Grabación de una escena porno. / Foto: HardWerk / Michelle Gutierrez © (Argia)
Este reportaje es una adaptación del publicado originalmente en ARGIA, en euskera.
Un adolescente mira el móvil debajo de las sábanas. Un hombre atractivo, sentado en su cama con el torso desnudo, habla a cámara: “Me llamo Ángel Rossi y soy actor porno. Llevo un par de meses enseñando a tu hijo todas las técnicas sexuales de dominación, y a tu hija a cómo someterse”. Es el spot que ha preparado Emakunde, el Instituto Vasco de las Mujeres, para la campaña del 25 de Noviembre, con la adhesión de las diputaciones forales y de la federación de municipios vascos, EUDEL. A la intervención del actor le sigue una voz en off de mujer: “El porno es una escuela de violencia contra las mujeres. No dejemos la educación sexual en sus manos”.
El gabinete de prensa de Emakunde nos ha detallado que la campaña se basa, entre otras fuentes, en un informe publicado por Save the children en 2020 a partir de entrevistas a 1.753 jóvenes del Estado español. La mitad de las personas entrevistadas señaló que se inspira en el porno para sus experiencias sexuales, y un tercio reconoció que la pornografía es su única fuente de información sobre sexualidad.
Hemos contrastado la campaña de Emakunde con sexólogas, educadoras sexuales y madres feministas. La respuesta ha sido unánime: la califican como “alarmista”, “simplista” y “reduccionista”. Comparten el diagnóstico de que el porno es el principal recurso para la chavalería que quiere explorar la sexualidad, y que el más consumido es el mainstream heterosexual, que reproduce estereotipos y relaciones de poder sexistas. Sin embargo, no creen que la solución pase por demonizar el porno.
Todas han coincidido en señalar que hay otros muchos productos culturales (series, videojuegos…) e instituciones (la cuadrilla, la familia…) que influyen en las relaciones sexuales y de pareja de las personas adolescentes. Entonces, ¿por qué tanto alboroto con el porno? Bruno Martínez, profesor de los institutos de sexología Incisex y Gurenduz, responde que las alarmas se encienden “cuando aparecen genitales y lo que la gente llama sexo”: “Friends lanza mensajes peligrosos sobre las relaciones, pero las instituciones no lanzan campañas contra las comedias románticos. Generan pánicos morales pero no buscan solucionarlos”, afirma.
“Es innegable que es una inquietud presente en la comunidad educativa y en las familias. Hay que atenderla, pero no a través del alarmismo ni con tintes sexófobos o erotófobos”
Ibai Fresnedo, integrante de la cooperativa transfeminista Hiruki Larroxa, cree que Emakunde se ha subido al carro mediático del documental Generación porno, producido por EITB y TV3, con el mismo enfoque: “Es innegable que es una inquietud presente en la comunidad educativa y en las familias. Hay que atenderla, pero no a través del alarmismo ni con tintes sexófobos o erotófobos”. Florencia Arriola, promotora de Lore Sexologia, comparte esa visión: “Es un asunto de nuestro tiempo que tenemos que afrontar con educación y comprensión. Es verdad que acceder a determinadas edades al porno, incluido el porno violento, puede causar ciertas confusiones, pero la solución es garantizar educación sexual integral desde la infancia, para que cuando lo reciban ya tengan capacidad crítica”.
Todas las personas entrevistadas han situado el porno en el ámbito de la ficción y de la expresión de fantasías, con distintas analogías, como que los fans de películas de superhéroes no intentan volar, o que las jugadoras de videojuegos de acción no se lían a tiros. En ese sentido, Arriola es crítica con Generación porno, pero valora que en esa producción aparezcan actrices y actores porno explicando a la chavalería los trucos que utilizan para simular ciertas prácticas: “Tenemos que explicarles que no son escenas reales, y que las interacciones humanas son más complejas”.
Mensajes vacíos sin plan estratégico
En octubre de 2017 se presentó en Vitoria-Gasteiz una iniciativa que pretendía acompañar a la adolescencia en el análisis crítico del porno al que accedía por internet, así como visibilizar alternativas éticas. Se llamaba Pornoeskola, y era el proyecto ganador de un concurso de ideas del Ayuntamiento. Pues bien, cerró solo dos meses después, ante la presión de sectores conservadores, incluida la federación de familias de escuelas concertadas religiosas de Álava.
“A las instituciones les encanta lanzar mensajes vacíos, pero no suelen profundizar en la comprensión de la educación sexual”
En la rueda de prensa para presentar la campaña de este 25 de noviembre, las representantes políticas insistieron en la urgencia de una educación sexual de calidad, pero todas nuestras entrevistadas critican que ese mensaje no se corresponde con la implementación de políticas efectivas. “Cuando una institución dice que la educación sexual está en manos del porno, está reconociendo que sus programas de coeducación son ineficaces, ¿no? ”, ironiza Norma Vázquez, psicóloga y directora de la consultoría Sortzen. Fresnedo considera que sería una campaña positiva si fuera acompañada de un plan estratégico: “Pero no tiene miga, ni compromiso de facilitar recursos. ¿Qué ha hecho Emakunde para incluir la educación sexual en la próxima ley vasca de educación?”, añade.
Según Aitzole Araneta, sexóloga y técnica de igualdad, “a las instituciones les encanta lanzar mensajes vacíos, pero no suelen profundizar en la comprensión de la educación sexual”. De hecho, las tres sexólogas que hemos entrevistado han lamentado la falta de reconocimiento y respeto hacia su profesión: “La educación sexual es aquella que da herramientas para comprender la complejidad del hecho sexual humano, así como de la identidad sexual y el encuentro entre las personas. Para ser profesor de biología, hay que tener formación en ciencia, en cambio, se tiende a pensar que cualquier persona adulta puede educar en sexualidad”, expresa Martínez. “Me llaman de los centros educativos cuando les inquieta una situación concreta, para apagar fuegos en forma de sesión de cuatro horas. ¡Así no hay quien trabaje!”, añade Arriola.
Silvia Allende es la autora del fanzine ‘Mamá folla’, y se presenta en esta entrevista como madre y follóloga. Desde su punto de vista, resulta imprescindible trabajar con el alumnado los valores de libertad y diversidad sexual, de forma transversal y en profundidad, y no en formato de “pildoritas”: “¿Qué tal educación sexual más allá del preservativo y las infecciones de transmisión sexual? ¿Qué tal una asignatura dentro del currículum escolar impartida por gente formada? ¿Qué tal espacios seguros para hablar del propio cuerpo, de dignidad, de trato igualitario e igualdad en el acceso al placer?”
Puritanismo y kinkifobia
El cartel que Emakunde ha posicionado en marquesinas y medios de comunicación destaca el siguiente dato: el 88,2 por ciento de las escenas pornográficas contienen violencia física o verbal contra las mujeres. “No podemos tolerar que la violencia, la humillación y la dominación hacia las mujeres se conviertan en algo natural. No podemos permitir que se confunda sexo con violencia “, sostuvo en la directora del instituto, Miren Elgarresta, en la rueda de prensa.
La autora del fanzine ‘Mamá folla’ cuestiona tanto la metodología como la motivación ideológica que sostiene un dato así: “¿Qué criterios han utilizado para discernir qué escenas son violentas y cuáles no? ¿Y quién ha realizado la investigación, la Universidad de Navarra [del Opus dei]?” Pues bien, desde el departamento de prensa de Emakunde nos aclaran que lo han sacado del Trabajo de Fin de Grado de una estudiante de Psicología de Illes Baleares, y ahí encontramos que el dato está tomado, a su vez, de un estudio de Estados Unidos de 2010.
En todo caso, el discurso de Emakunde bebe del trabajo de feministas académicas como Mónica Alario, autora del ensayo Política sexual de la pornografía. Sexo, desigualdad y violencia. En él defiende que es imprescindible abolir la pornografía para avanzar hacia la igualdad, en tanto que hace apología constante de la violencia sexual. Se apoya en hechos observados en sus investigaciones, como que los vídeos más exitosos son aquellos en los que no se respeta el “no” de la mujer.
Andrea Dworking, feminista radical abolicionista, es la precursora de esta corriente, con su ensayo de 1981, Pornography: men possesing women: “Defendió que la pornografía es el instrumento de planificación, y la agresión sexual es su resultado”, explica Martínez. En el otro extremo, este sexólogo nos recomienda el ensayo Pornopositive, de Paulita Pappel, actriz y productora de porno ético. Tomamos de una entrevista en el medio Exberliner la siguiente cita de Pappel: “Muchas mujeres tienen fantasías de violación. Eso no quiere decir que realmente quieran ser violadas. No creo que el porno fomente eso en la realidad. En cambio, convertir las fantasías sexuales en tabúes sí que conduce a carencias de comunicación e información, a frustraciones y, en el peor de los casos, a la violencia real”.
Tras cursar el Máster en Estudios Feministas, Arriola realizó un trabajo final sobre el debate feminista de la prostitución, que ha adaptado en el libro Putas, feministas y (mis) contradicciones: “El feminismo institucional abolicionista tiende a reivindicar a mujeres castas, limpias, puras. No entiende determinadas dimensiones de la erótica; no acepta la promiscuidad de las mujeres, ni que podamos desear prácticas que consideran sucias. A mí me puede gustar que me humillen en el sexo. Yo no hablo de sexo saludable, ni creo que exista un sexo feminista, sino de relaciones sexuales satisfactorias”.
“Los agresores violan porque sienten poder e impunidad para hacerlo. Entre otras cosas, por culpa de ciertas resoluciones judiciales”
Vázquez responde en la misma línea al discurso contra la erotización de la violencia: “¿Quién decide qué es lo adecuado y qué no en la cama? ¿Tienen que haber caricias y romanticismo necesariamente? ¿Las mujeres no podemos calentarnos viendo o practicando sexo intenso, con dosis de fuerza? Hay que insistir a las chicas en que sigan su deseo con consentimiento, pero normativizar el deseo es puro puritanismo”. Esta psicóloga experta en violencia machista ve un retroceso en el mensaje difundido por Emakunde: “Llevamos años analizando la violencia como un problema multifactorial. No es cierto que los chicos vean porno y aprendan a ser agresores, ni que las chicas vayan a normalizar la violencia por ver porno. No es tan simple. Los agresores violan porque sienten poder e impunidad para hacerlo. Entre otras cosas, por culpa de ciertas resoluciones judiciales”.
En Generación porno, adolescentes y personas adultas hablan con desdén de orgías y de juegos de dominación-sumisión, equiparándolas con la violencia machista. Martínez está especializado en minorías eróticas, y conciencia sobre la kinkifobia en sus redes: “Determinadas prácticas y deseos son considerados monstruosos, en vez de comprender que son simulaciones y juegos”.
Además, destaca que las abolicionistas dan una imagen parcial del porno, omitiendo que también hay muchos vídeos de hombres sumisos dominados por mujeres, así como una larga tradición de sadomasoquismo en las culturas gais y lésbicas. En ese sentido, interpreta que la misoginia, la homofobia y la kinkifobia se dan la mano en el discurso antiporno: “Por un lado, piensan que la sexualidad femenina debe ser sensual y tierna. Por otro, no prestan atención a la sexualidad de gais y lesbianas, quizá porque, al considerarlos como sujetos desviados, dan por hecho sus perversiones”. Araneta añade que, aunque la industria del porno es muy criticable, conviene valorar las interesantes grietas que se dan en ella: “Por ejemplo, hasta hace poco era impensable que en el porno hetero aparecieran prácticas anales en hombres”.
“El modelo erótico que promueve el heteropatriarcado es coitocéntrico, pero sobre todo moralista y regulador”
Un eje de los talleres de Hiruki Larroxa es analizar el modelo hegemónico de sexualidad y criticar el marco disciplinador que impone. Así lo explica Fresnedo: “El modelo erótico que promueve el heteropatriarcado es coitocéntrico, pero sobre todo moralista y regulador. Las prácticas, cuerpos y sujetos que se sitúan en los márgenes se presentan como oscuros o peligrosos“. Señala que el alumnado le pregunta con frecuencia por las prácticas kink, pero con un tono negativo: “Me sorprende que utilicen el término parafilia. Les respondemos que el sistema de valoración de las prácticas eróticas cambia constantemente, en consonancia con los paradigmas culturales y sociales del momento; por ejemplo, que hasta hace poco se consideraba el sexo oral como una parafilia. ¡Flipan! “.
La autora del fanzine ‘Mamá folla’ concluye: “Pecado, culpa y mojigatería. El puritanismo no nos protege frente a la violencia, porque el puritanismo es violencia”. Así, ha lanzado una contra-campaña entre niños y jóvenes de su entorno: “Quiero dejarles claro que la curiosidad no es mala”.
Adultismo
Nuestras seis entrevistadas afirman que la campaña de Emakunde ofrece una imagen estereotipada y paternalista de la adolescencia, y destacan que las nuevas generaciones tienen más interiorizados los valores de libertad sexual y buen trato que las anteriores. Araneta asegura que “enmarcarla en el 25 de noviembre transmite que todas las chicas son víctimas potenciales y todos los chicos potenciales agresores”. “Es una visión tremendamente injusta hacia la juventud porque niega su agencia, su necesidad de exploración y su desarrollo”, subraya Vázquez. Fresnedo señala que la chavalería también se queja del prejuicio adulto: “Nos dicen: ‘no todes somos heteros’ o ‘no todes consumimos porno de la misma manera’”.
Arriola también destaca que las jóvenes de hoy en día están más empoderadas gracias al trabajo realizado por el movimiento feminista. En cuanto a los chicos, recuerda lo que le dijo uno de 16 años: “Lo único que nos enseñan es que ‘no es no’”. “Están buscando respuestas para entender sus deseos y sentimientos”. Por ello, defiende asumir que la chavalería tiene contacto con el porno, y visibilizar referentes poniendo el foco en la diversidad, incluida la existencia de personas asexuales.
El problema es que el porno alternativo se ofrece mediante suscripción de pago y, en cambio, la adolescencia (y la mayoría de personas adultas) recurre a plataformas gratuitas que no se rigen por criterios éticos
Así, los educadores de Hiruki Larroxa nombran en sus talleres el porno feminista, ético o indie, así como la opción de autoproducir contenido: “Les decimos que es posible crear un porno propio para su consumo o para compartirlo con sus amigas y amigos. Pero ponemos el acento en el derecho a la privacidad sexual: no solo vinculado al sexting, sino también a los mecanismos de control que imponen los padres y madres”. El problema es que el porno alternativo se ofrece mediante suscripción de pago y, en cambio, la adolescencia (y la mayoría de personas adultas) recurre a plataformas gratuitas que no se rigen por criterios éticos.
En cualquier caso, Araneta añade que incluso en el mainstream está cada vez más presente la diversidad corporal, algo que es especialmente valioso para las personas LGTBIQA+: “El porno trans puede ser importante para que se sientan representades en el universo erótico y en el imaginario social en general”. Además, reivindica la necesidad de renunciar al “tutelaje”: “Las personas adultas no debemos pontificar. Escuchemos a las niñas, niños y adolescentes; no son estúpidos ni están tan perdidos. Reconozcamos también que tienen sexualidad, una que no es tan coitocéntrica ni orgasmocéntrica como la sexualidad adulta”.
Fresnedo considera “hipócrita” que el debate social sobre el porno se centre en les jóvenes: “En los talleres me presento como consumidor de porno. Las personas adultas tenemos que hacer autocrítica sobre cómo entendemos y vivimos la sexualidad. Ponemos una presión enorme en la juventud: decimos que el futuro está en sus manos, pero el presente está en las nuestras, y somos su modelo de referencia”. Del documental Generación porno rescata la comunicación de las madres y padres con sus hijas e hijos: “Si trabajan la confianza y la comprensión desde la infancia, no se agobiarán tanto en la adolescencia”.
Pero ¿acaso están todas las familias preparadas para dar una visión positiva y amplia de la sexualidad? Arriola no lo cree: “Se da por hecho que toda la gente adulta sabe pero, ante el despertar sexual de sus hijas e hijos, muchas madres y padres conectan con la vulnerabilidad, la preocupación y el miedo. Esto les lleva a, con buena intención, enfoques alarmistas y restrictivos que no invitan a la exploración”. Por eso, recomienda que las familias tengan también asesoramiento de profesionales, y llama a una comunicación bigeneracional, basada en la sinceridad y la curiosidad. Así lo vive Silvia Allende en su maternidad: “Nos viene muy bien un poco de humildad: reconocer que no tenemos mucha ideas y que tenemos un montón de tabúes inyectados que revisar y exterminar. La autocrítica siempre viene bien, y crecer de la mano de la chavalería es un orgasmazo, ¡todo un placer!”
Claves de madres feministas
Juncal Alzugarai, fisioterapeuta especialista en sexología, y creadora del modelo anatómico Alooa:
“Soy madre de dos adolescentes, y en casa hemos trabajado la educación sexual desde su infancia. Les hemos dejado teléfonos móviles cuando hemos sentido que están preparados para utilizarlos de forma libre, porque no somos partidarios del control: necesitan intimidad, libertad para experimentar y desarrollar un criterio propio. Su cerebro no es como el adulto; necesitan emociones fuertes, por eso recurren al porno o a las drogas en busca de nuevas sensaciones. El problema es cuando, en vez de consumir el porno como producto de ficción, lo toman como una fuente de educación. Son las instituciones las que tienen que hacer su trabajo para no dejarles a la deriva.
Mi hijo mayor tiene 14 años y nos ha dicho que le gusta ver porno de vez en cuando. Para mí son peores otras cosas, como jugar a videojuegos sexistas desde pequeños; eso no lo trabajan tanto las instituciones. Desde siempre se ha consumido porno, yo también lo he consumido, y eso no me ha hecho normalizar la violencia. Creo que la campaña de Emakunde va de la mano del documental Generación porno. Es cierto que hay porno misógino y violento, pero también hay porno ético y feminista. ¿Qué hacen las instituciones además de demonizarlo? ¿Qué alternativa plantean? ¿A quién responsabilizan? ¿A los padres y madres? ¿A la sociedad? ¡Hay mucho cinismo! Algunas de las personas que claman contra el porno, luego lo consumen en casa. Hace falta una reflexión mucho más profunda y amplia, que reconozca que también en las películas románticas se reproduce violencia”.
Ania Yoel, extrabajadora de tupper-sex:
“Tengo un hijo de 11 años. En clase es una de las pocas personas que todavía no tiene móvil, y la gente me dice que con 12 años tendré que ceder, porque necesitará estar en los grupos de WhatsApp para hacer trabajos de clase. Ya encontraremos solución para eso. Para mí, el porno en sí mismo no es el problema, sino que tenemos que proteger la sensibilidad de la infancia. Le he explicado que internet es para personas mayores, y que las niñas y los niños lo tienen que usar con supervisión adulta. Le he recordado que una vez le salió sin esperarlo un vídeo de un disparo en la cabeza que le impactó mucho. No me preocupa que vea porno de vez en cuando con los amigos; me parece una experiencia divertida y estimulante. Lo que no quiero es que tenga acceso ilimitado a todo el porno que internet quiera mostrarle. Todavía no hemos hablado de este tema, porque no ha salido, pero le explicaré que son películas grabadas por profesionales, y que no espere que la realidad sea así, sino que tiene que escuchar su cuerpo y el de su pareja. También le quiero explicar que en el mundo del porno hay poco control y muchos abusos. De lo que sí que hemos hablado ya es de chatear con personas desconocidas: le he contado tanto mis experiencias positivas como las negativas, y le he dado claves de seguridad. Un tema del que quiero hablar pronto es el envío de fotos y vídeos sexuales. Como es un chico, le quiero insistir en que no envíe contenido que no le hayan pedido (me refiero a las llamadas fotopollas). También que si alguien vulnerase su intimidad y su confianza, tenga claro que no ha sido su culpa y que quien se tiene que avergonzar es la persona que lo ha difundido sin permiso”.
Bea Sever, sexóloga y portavoz de Naizen, la asociación de familias de menores trans:
“Mi hijo pequeño tiene 14 años, y solo hemos tenido una conversación sobre porno, pero también ha escuchado las que he mantenido con mi otro hijo, de 21 años. Yo siempre he sacado temas de sexualidad, por ejemplo, cuando vemos la televisión. Hemos hablado mucho de la jerarquización del coito. Mi hijo pequeño es un chico trans, y es muy consciente de que ni el porno mainstream ni la sociedad en general se adaptan a su modelo. Por ejemplo, cuando han empezado a hablar en un grupo de chicos sobre masturbarse y eyacular, se ha dado cuenta de que la sociedad no contempla la posibilidad de ser un chico con vulva. Ve escenas de penetración constantemente en las pantallas, no sólo en el porno. En este sentido, aquel porno que refleja la diversidad sexual puede ser útil para ver cuerpos, prácticas y eróticas muy con las que identificarse. En los encuentros de Naizen, Aitzole Araneta condujo un taller sobre erótica en el que participó mi hijo: ‘¡Así tendré tips para cuando sea mayor!’. El mayor ve porno mainstream, y no me preocupa, porque sé que tiene una visión crítica. También le encantan las películas sobre la guerra mundial y no me preocupa que empiece a usar armas. Es más, le veo muy preocupado por no ser un baboso”.
Claudia Cantón, terapeuta especializada en vínculos sexoafectivos:
“Si criaturas de siete u ocho años están accediendo al porno, es porque tienen una necesidad que no estamos cubriendo en las familias ni en las escuelas. Comprendí que mi hija necesitaba entender visualmente cómo es un encuentro sexual, que yo no podía explicárselo con palabras. Entonces, le mostré obras de arte en las que aparecen escenas eróticas. También hemos visto la serie Sex education juntas, le voy explicando lo que está bien contado y lo que no comparto. No descarto utilizar en algún momento escenas que provengan del porno para hablar con ella; sé que sería romper un tabú, pero creo que podría servir para prevenir violencias, para explicarle que cuando se sienta incómoda, puede expresarlo. Por otro lado, yo no le hablo de la sexualidad como si fuera un ente abstracto, sino de mi propia sexualidad. Por ejemplo, no es lo mismo decirle que dos mujeres pueden tener una relación, que contarle que tengo una pareja mujer. Entonces me va a preguntar: ‘¿Y qué tal? ¿Cómo funciona el sexo?’”.
“Las campañas simplistas son cómodas para los agresores”
Ianire Estébanez es psicóloga especializada en violencias machistas en jóvenes, impulsora de iniciativas como el blog ‘Mi novio me controla lo normal’ o el programa ‘Yo ligo, yo decido’. Su respuesta nos llegó cuando ya habíamos cerrado el reportaje, pero nos parece importante incorporarla: “Desde mi punto de vista, las últimas campañas sobre violencia están lanzando mensajes muy simplistas que no explican la complejidad de la violencia y que, además, son cómodas para los agresores. Todo vale con tal de no poner la responsabilidad en ellos mismos: “Habéis aprendido a violar con el porno, habéis aprendido a controlar con las redes sociales”… Hay cantidad de personas que ven porno y están en redes sociales, y que no ejercen violencia.
¿Puede influir el porno con contenido violento en el imaginario sexual? Sí. Pero es simplista plantear que toda la violencia sexual se explica por la visualización del porno. La violencia sexual hacia las mujeres ha existido y existe en todas las culturas, épocas y territorios.
Lo que ocurre es que, en lugar de señalar a quienes agreden, y dirigir nuestra educación hacia ellos para enseñarles a escuchar los límites y relacionarse de forma igualitaria y placentera, queremos poner la culpa constantemente en un elemento externo que explique la violencia.
La violencia es ejercida por hombres socializados en el pensamiento patriarcal de superioridad y poder que les permite sin límites violentar a las mujeres. Solo si transformamos socialmente ese poder social puede haber cambios en lo que pensamos, imaginamos y hacemos en nuestras relaciones.
Creo que si realmente quisiéramos cambiar la violencia simbólica hacia las mujeres, que está presente en múltiples medios, deberíamos dirigir los mensajes críticos hacia las industrias que se enriquecen con ello: la industria del porno mainstream, las redes de trata que captan a mujeres jóvenes ofreciéndoles un futuro que no es real, la publicidad que sigue machacando los cuerpos que no entran dentro del canon y nos llevan casi de golpe al trastorno de alimentación… Los adolescentes ven porno y además no reciben una información sobre sexualidad placentera y diversa. Tampoco tienen una educación sexual crítica que les enseñe a conocer y disfrutar sus cuerpos reconociendo sus límites. Viven en familias sin tiempo para acompañarles en una educación crítica, enganchadas a un mundo laboral lleno de pantallas e inmediatez que no les permite vincularse emocionalmente. Con todo, nos quedamos con un lema de impacto que genera incomodidad en las mujeres, pero que, en conclusión, sigue dejando indiferentes a quienes agreden.”