Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2022/08/27/todo-el-mundo-odia-a-la-policia/
“Vamos mamá”, grita Belén, la tía de Paly Alcorta, cuando la hermana de Coqui se quiebra en el escenario. “Vengo acá a ser abrazada y abrazar a otras mamás”, nos dice una mamá rodeada por otras mamás, un hermano, una tía en el escenario. Es 26 de agosto por la tarde en Plaza de Mayo y los familiares y amigxs de víctimas de represión estatal marcharon por 8va vez denunciando que todas las policías de todos los colores de todos los gobiernos torturan, matan y desaparecen en democracia.
El número asciende a más de 8200 personas asesinadas por el aparato represivo del Estado. Detrás de esa cifra tremendamente escalofriante se esconden historias que hoy podemos conocer a través de los nombres que se gritan, de rostros que se estampan en remeras y banderas, en pieles de sus familiares con frases que lxs recuerdan. Historias de pibes que estaban robando, o de pibes que se negaron a robar para la policía, pibes que se asustaron y salieron corriendo, pibes que estaban en la calle al lado de un asesino con chapa. Pibes y pibas que lo que tenían eran ganas de vivir. Pibes y pibas pobres en la mira de los policías, prefectos y gendarmes que tenían ganas de matar. “Si el policía bueno existiese, no habría más de 8000 mamás con las remeras con las caras de sus hijos”, nos dijo una mamá hace unos días. Policía bueno, policía muerto, infancias libres, jóvenes a salvo.
La imposibilidad de pensar sin Estado y sin su aparato represivo, encauzado en tal o cual forma de gobernar y visibilizando solo los asesinatos de la oposición política, nos sitúa en las críticas binaristas y, por ende, a movernos dentro de los enunciados de “corrupción”, “excesos”, “errores”, “malas gestiones”, “policía de Larreta” o “fuera Berni”. Imposibilidad de asumir que todas las fuerzas represivas cumplen perfectamente con sus funciones: ser matones del Estado, resguardar las mercancías del Capital, sostener este orden que se traduce en pobreza estructural, desigualdad y violencia. Para eso les pagan, no son casos aislados, sino su función social.
Uno de los objetivos de las diversas formas de gobernar es la recuperación del “exceso”, la democratización del conflicto social, el señalamiento de aquellxs rebeldes que se atrevan a abandonar su rol de meros espectadores de la ley y el orden. Las pintadas, los escraches, la ofensiva, el movimiento, más allá de todo cálculo político, afirman la guerra social en curso. Que el Estado mata a unx pibx cada 17 horas no es un eslogan, sino una realidad concreta. El lenguaje del espectáculo al que nos tienen acostumbradxs, separado de los cuerpos que lo expresan exige moderación, pulcritud y tolerancia. Exige que nos organicemos en Partidos que no son más que extensiones del Estado, eternas estructuras recuperadoras del conflicto. Rechazamos ese lenguaje porque no separamos entre fines y medios, forma y contenido, cuerpo y mente, Estado y Capital.
El Estado apunta, la policía dispara. La prensa apunta, la policía dispara. La ciudadanía apunta, la policía dispara. “De los nueve disparos que hizo el policía, uno le dio en el corazón a mi compañera”, dice Alejandro, viudo de Sonia Colman, asesinada en 2003. “Me da vergüenza hablar en público pero quería decirle a Lito que lo amo. Quería decir que voy a hacer lo posible para encontrar justicia porque me sacaron lo más lindo de la vida”, nos dice su hermana, con la fuerza que sale del medio de su cuerpo, con la cara de su hermano en una foto. Así de trágicas, demoledoras, angustiantes son cada una de las palabras que nos transmiten lxs familiares que no agotan su constante lucha en una sentencia judicial, que muchas veces llega con la absolución de los asesinos.
¿Cómo sobrevivir a estas muertes tempranas?
Nuestrxs amigxs cómplices en otras latitudes nos recuerdan que una extraña internacional, con la embestida de cada revuelta, deja salpicado en los muros de las ciudades ese A.C.A.B. que se expande por todo el globo y se ajusta al clima de época. Se suman, en esta tarde en la cual ocupamos la calle contra la represión estatal y por todxs lxs pibxs asesinadxs: “yuta bueno = yuta muerto”, “fuego a la yuta”, “organicemos la rabia” y “hasta que todo reviente, sé violentx hermosamente”.
A nosotrxs y a nuestrxs amigxs nos queda el odio visceral hacia todas las policías, sin distinción de color partidario ni ideológico, e insistimos en que no existe la posibilidad de reformar una institución inherentemente opresiva, sino partir de un posicionamiento que piense y actúe en su completo desmantelamiento, en la falta de necesidad que tengamos de ella, en su destitución. Partir de lo posible contra lo existente policíaco que apunte a su completa abolición.
¿Cómo vivir de forma tal que la yuta no sea necesaria?
¿Qué redes tejer para sacar de nuestras vidas a la policía y sus amos, al Estado y el Capital?
¿Qué sensibilidad desarrollar para impedir que la cultura represiva nos habite?
Cobertura colectiva de La Obrera Colectivo Fotográfico + Radio Zona Libre + Periódico Gatx Negrx + Aislamiento Represivo + La Chispa Prensa
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