La primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, huyó del país el lunes 5 de agosto en medio de un levantamiento popular masivo contra su gobierno autoritario cada vez más brutal.
El jefe del ejército, el general Waker-uz-Zaman, anunció que Hasina había renunciado en una declaración televisada a la nación, horas después de que ella y su hermana fueran vistas con escoltas del ejército en el aeropuerto internacional de Dacca. Posteriormente se supo que Hasina, quien dirigió el gobierno de Bangladesh durante los últimos 15 años, había volado a la India, que ha disfrutado de estrechos vínculos con su régimen.
El general Waker-Uz-Zaman declaró que el país de 170 millones de habitantes estaba “atravesando un período revolucionario” y dijo que el ejército supervisaría una transición pacífica hacia un nuevo gobierno y la restauración del orden. Afirmó que ya había consultado con los líderes de la oposición y los grupos de la “sociedad civil”.
El general hizo un llamamiento a la población para que abandonara las calles y ordenó que las escuelas, universidades, fábricas y oficinas reabrieran el martes 6 de agosto por la mañana tras el levantamiento del toque de queda. En un intento de calmar la ira de las masas, Waker-Uz-Zaman se presentó como un amigo del pueblo. “Les prometo a todos”, afirmó, “que haremos justicia por todos los asesinatos… Tengan fe en el ejército del país. Por favor, no regresen al camino de la violencia y por favor regresen a formas pacíficas y no violentas”.
Mientras el general hablaba, multitudes jubilosas invadían las calles de la capital nacional, Dacca. La residencia del primer ministro y varios edificios gubernamentales fueron asaltados y saqueados. El New York Times citó a un trabajador de la confección, Monsur Ali, que dijo que estaba entre las miles de personas que entraron en la residencia de Hasina. “Fuimos allí por rabia. No queda nada allí”.
Todo indica que los altos mandos del ejército obligaron a Hasina a dejar el poder, tras concluir que su intento de aferrarse al cargo mediante una represión sangrienta estaba desestabilizando peligrosamente al capitalismo bangladesí.
La clase obrera todavía no ha intervenido en la crisis como fuerza política independiente. Pero cada vez más trabajadores se han sumado al movimiento de protesta que los estudiantes universitarios iniciaron a principios del mes pasado contra un sistema regresivo de asignación de puestos de trabajo del gobierno. Lo han hecho para oponerse a la violencia estatal y expresar su enojo por el desempleo masivo, la pobreza aplastante y la desigualdad social cada vez más profunda.
Los militares y la clase dominante temen claramente que la continua perturbación de la enorme industria textil del país reduzca las ganancias, agrave la crisis económica del país y alimente el malestar de los trabajadores.
El domingo, casi cien personas, incluidos 13 agentes de policía, murieron en enfrentamientos entre manifestantes antigubernamentales y fuerzas de seguridad en todo el país. Esto elevó el número de muertos desde que comenzó el movimiento de protesta a más de 300.
A pesar de la represión y el toque de queda generalizado del gobierno, los Estudiantes Contra la Discriminación convocaron una marcha masiva el lunes a la residencia oficial del primer ministro en Dacca, para exigir la renuncia de Hasina.
Hasta el lunes, Hasina había mantenido una línea dura, apoyándose en la policía, incluido el tristemente célebre Batallón de Acción Rápida antiterrorista y matones organizados por la Liga Awami, su partido político, contra los manifestantes pacíficos. Denunció a los estudiantes como ‘terroristas’, dio órdenes de ‘disparar a matar’ a quienes desafiaran el toque de queda del gobierno y afirmó falsamente que el movimiento había sido orquestado por los principales partidos de la oposición, el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y el Jamaat-e-Islami, un partido comunalista islamista.
Mientras el ejército estaba desplegado contra las protestas, la policía desempeñó el papel principal en el intento de reprimirlas violentamente. Esto incluyó la detención de miles de personas. Según informes de prensa, en una reunión el viernes pasado, los oficiales subalternos expresaron a sus superiores su preocupación por tener que disparar a manifestantes desarmados.
Varias horas después de que el jefe del Estado Mayor del Ejército anunciara la dimisión de Hasina, el presidente de Bangladesh, Mohammed Shahabuddin, dijo que había presidido una reunión con el general Waker-uz-Zaman, los jefes de la marina y la fuerza aérea y los líderes de la oposición.
El presidente dijo que la reunión había decidido que el parlamento debía disolverse para permitir el establecimiento de un “gobierno interino” y que el ejército “tomaría medidas para normalizar la situación anárquica imperante”.
El parlamento actual, dominado por la Liga Awami de Hasina, fue elegido en enero pasado en una votación que el BNP y sus aliados, sobre todo el Jamaat-e-Islami, boicotearon. Citaron el historial del gobierno de represión de sus oponentes políticos y la negativa a permitir que se nombrara un gobierno interino para supervisar las elecciones.
El presidente Shahabuddin también anunció que la reunión acordó que la líder del BNP, Khaleda Zia, que fue encarcelada en 2018 por un caso de corrupción, debería ser liberada de inmediato.
Los dirigentes de Estudiantes Contra la Discriminación han acogido con satisfacción la intervención del ejército de Bangladesh, que es el baluarte del poder capitalista y tiene un notorio historial de represión y dictadura. Según todos los informes, el alumnado está participando activamente en la formación del prometido gobierno provisional.
Dicho gobierno será un régimen capitalista de derecha encargado de restablecer el orden y seguir aplicando las medidas de austeridad y privatización que el gobierno de la Liga Awami liderada por Hasina acordó en 2023 a cambio de un préstamo de rescate del FMI de 4.700 millones de dólares.
Es muy probable que el BNP y sus aliados ocupen un lugar destacado en el gobierno provisional, pero los militares seguirán siendo el poder detrás del trono.
Durante décadas, la política oficial de Bangladesh ha girado en torno a la amarga rivalidad entre Hasina y su Liga Awami y Zia y su BNP. Hasina se convirtió en líder de la Liga Awami tras el asesinato en 1975 de su padre, el jeque Mujibur Rahman, el líder político más destacado de la lucha por la independencia de Bangladesh y entonces presidente del país, como parte de un exitoso golpe militar.
Zia se convirtió en la líder de facto del BNP en 1983, dos años después de que su marido, Ziaur Rahman, fundador del partido y quinto presidente de Bangladesh, fuera asesinado por un grupo de oficiales del ejército.
Ambos partidos están en deuda con el capital internacional, tienen extensas redes de capitalismo clientelista y corrupto, han utilizado la represión y las artimañas antidemocráticas contra sus rivales políticos y han respondido con mano de hierro a cualquier movimiento de oposición serio dentro de la clase trabajadora.
Cabe señalar que el BNP sólo declaró su “apoyo” al movimiento estudiantil a mediados de julio, después de que las masas habían salido a las calles indignadas por la represión gubernamental.
Existen muchos paralelismos entre la crisis que se está desatando en Bangladesh, el octavo país más poblado del mundo, y la que sacudió a Sri Lanka hace dos años. En julio de 2022, protestas masivas y huelgas expulsaron del poder al presidente Gotabaya Rajapaksa, pero con la ayuda de los sindicatos y los partidos de oposición, pronto se instaló un nuevo gobierno encabezado por Ranil Wickremesinghe, abiertamente partidario de las grandes empresas y de Washington, que ha impulsado brutales medidas de austeridad del FMI mientras refuerza las fuerzas represivas del Estado en preparación para un enfrentamiento violento con la clase trabajadora.
Para evitar un desenlace similar, los trabajadores y estudiantes bangladesíes deben trazar un nuevo rumbo basado en el programa de revolución permanente de León Trotsky, el programa que animó la Revolución rusa de octubre de 1917 y la posterior lucha contra su degeneración estalinista. La clase trabajadora de Bangladesh debe constituirse como una fuerza política independiente, en oposición a todo el establishment político y a todos los sectores de la clase dominante y su aparato estatal. Debe esforzarse por reunir a los trabajadores rurales tras sí en la lucha por un gobierno de trabajadores y campesinos, comprometido con la reorganización socialista de la vida económica y la movilización de la clase obrera internacional contra el imperialismo y el capital global.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de agosto de 2024)
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