Fuente: Iniciativa Debate/ Domingo Sanz
En medio de los números de una pandemia que nos ha cambiado la vida, brillan con luz propia, aunque no siempre limpia, las personalidades.
Jacinda Ardern o Nueva Zelanda vuelve a atreverse.
Si, ocurrió por primera vez allí, en las antípodas y en 1.893, es decir, 38 años antes que en España.
Esta vez el Gobierno de Jacinda, formado por Laboristas, Nacionalistas y Verdes, por si nos suena lo de las coaliciones, se ha bajado el sueldo un 20% de manera colegiada, todos sus miembros sin excepción, para sumar fondos contra la pandemia. Mientras tanto, y al grito de no hacer populismo con un virus, los políticos de España han rechazado recortarse los sueldos todos por igual, es decir, sin siglas que destaquen.
Se me olvidaba, aunque no hacía falta recordarlo. En 1893 Nueva Zelanda fue el primer país del mundo que concedió a las mujeres el derecho de voto.
García Page fuera de control, pero sin dimitir.
El 12 de marzo declaró que “tan de riesgo es que los niños jueguen en un parque a que jueguen en un recreo, punto. Y hay que hablar claro a la gente, y sobre todo a la gente que lo que pretende es tener 15 días de vacaciones”. A los tres días se vio obligado a cerrar todos los centros educativos.
Hubiera comprendido que García Page perdiera los nervios ante, por ejemplo, la cantidad de abuelos que, por aquellas fechas, ya se sabía que morirían. Pero en una entrevista mantenida hace dos días en Cuatro ha dicho lo siguiente:
«El problema no está en las residencias, no nos engañemos. En las residencias no están las personas válidas que pueden bailar o que cantan por la noche. En las residencias es donde está la gente que está muy malita» para añadir que «por la propia ley de dependencia española, las residencias acogen a gente que prácticamente no se puede mover, que tiene más de 90 años y son grandes dependientes. Por lo tanto, estamos hablando de gente que en casos normales con una gripe normal ya hubieran muerto«.
¿Qué sentirá García Page tras enterarse de que Catalunya ha provocado que al gobierno se le rompieran las cifras de la pandemia, en las que ya casi nadie creía, tras contabilizar los muertos con el criterio de los certificados de defunción que llegan a las funerarias? Debe estar de los nervios el castellano manchego, teniendo en cuenta que al presidente del Tribunal Superior de su región le dio por hacer lo mismo hace dos semanas, y salió que el número de muertos por Covid-19 en Castilla La Mancha se duplicaba.
¿Y qué pensará García Page de que Catalunya lleve días elaborando su propio plan para que los niños puedan salir legalmente de sus casas, y que a Sánchez no le haya quedado más remedio que aceptar? Pero ha tenido que parecer que lo ordenaba él, aunque eso haya dado lugar a un periodo de confusión en los territorios.
Trump ha sabido corregir antes que Sánchez.
Pandemias políticamente paralelas en USA y España, dije hace unos días, pero eso no significa que vayan al mismo ritmo ni que no diverjan en un determinado momento. Ha ocurrido. Trump ha terminado reconociendo la autoridad de los gobernadores de los Estados a la hora de comenzar la desescalada. Sánchez y sus ministros declaran que «Aquí lo mejor fue plantear las medidas para toda España, y no para ninguna comunidad o región en concreto», ha dicho, entre otros, Ábalos.
“Lo mejor” para qué, señor ministro: ¿para conseguir el liderazgo mundial de infectados y muertos por cada millón de habitantes porque no se podían ni imaginar que podría ocurrir? ¿O para contar con el apoyo del PP, porque saben que contra un modelo de “mando único”, siempre con ese tufo franquista que tanto les gusta, los de Casado nunca se quejarían? Lo terminó confesando la propia Díaz Ayuso el 11 de abril.
Insistiendo en el “mando único” que ha llevado al fracaso, acaba de declarar que desde Madrid se establecerá lo que se deba hacer en provincias y municipios. Me temo que la “conferencia de presidentes” de mañana, domingo 19, será la más “guerrera” de todas.
El presidente de Alemania y la “no guerra” contra la pandemia.
Resulta que Frank-Walter Steinmeier es el presidente de Alemania porque en ese país hay un Jefe de Estado que no necesita uniformarse y que el pasado fin de semana afirmó que “esta pandemia no es una guerra”. Para demostrarlo, argumentó que «las naciones no se están alzando unas contra otras”.
Lo que más me molesta de los políticos españoles, tan alejados del alemán, es que cada vez que pronuncian “guerra” no aclaren que lo hacen en sentido figurado pues, la verdad, y más en un país como España, esa palabra nunca es inocente. Abusar de la “guerra” y de los uniformados en TV cada 24 horas es hacer mala política, la que se basa en la amenaza en lugar de la solidaridad, a pesar de que el Gobierno cuenta con la ayuda del miedo colectivo al contagio.
Lo que me pregunto es en quién podría estar pensando Steinmer cuando pronunció su “no” a esta guerra. Hay que tener en cuenta que ese debate no parece estar de moda en Alemania ni en otros países de los que importan, salvo el nuestro, y que la OTAN no se ha puesto a limpiar ametralladoras ni cañones para intervenir en breve.
Señor Sánchez, usted sabe que no se atreve a agradecer los servicios prestados en las ruedas de prensa a esos altos mandos que salen cada día a impresionar con sus uniformes, mientras nos cuentan tonterías como la de que han recuperado treinta kilos de naranjas y limones para devolverlos a su dueño, o que han obligado a regresar a Portugal a un grupo de viajeros que entraban en España.
Permitan, señor presidente y señores diputados, que les pida algo mucho más fácil.
Se trata de Valentina, alguien a quien ustedes han aplaudido.
Me he enterado que el próximo miércoles, día 22, celebrarán una nueva reunión en el Congreso para ampliar el Estado de Alarma.
¿Podrían todos ustedes, sin excepción, hablar desde sus escaños, como hacen durante las sesiones de control al gobierno, para que la Valentina de turno no tenga que subir al atril a limpiar sus virus?
Y si insisten en hablar desde el atril para que la democracia no sufra, suban cada uno de ustedes con un trapo adecuado y, cuando terminen de hablar, limpien ustedes el atril delante de todos nosotros. Que queremos verlo.
Y no me vengan con reglamentos del Congreso ni excusas similares. Todos estamos en situación de excepción y, ya que ustedes se niegan a teletrabajar esas reuniones, no pongan en riesgo la vida de la clase obrera.