Nònimo Lustre
La Fiesta Nacional del 12 de octubre no señala la mayor hazaña protagonizada por el pueblo español. Ese honor le corresponde al 14 de abril, fecha en la que se expulsó de su cortijo al séquito del Borbón de turno y se inauguró la genuina proeza del pueblo: instaurar la II República. Tan señalada como perseguida fecha marca los ocho años -cinco de eutopía popular y tres de heroísmo ciudadano- en los que España alcanzó un grado de libertad, creatividad y rebeldía inigualado en ‘los países de nuestro entorno’. Ocho años en los que la república española fue admirada y envidiada por el mundo de Los Libres porque consiguió superar con creces a las sangrientas democracias europeas -patrocinadas por la hipocresía mundial.
En cambio, ¿qué se logró tras el 12 de octubre? No vamos a mentar ni genocidios ni riquezas mal habidas y peor administradas. Esas son tramas que los Perversos han alojado en el fétido basurero de la Fé y Los Libres (ateos, racionales y librepensadores), no perdemos el tiempo discutiendo cuestiones religiosas -el que tenga fé, que argumente con su confesor, su psicólogo, su siquiatra o, mejor, con su corredor de Bolsa. Nosotros, renuentes cuando no relapsos, discutimos de geopolítica y de hemisferios amenazados. En definitiva, de Historia Universal (Oriente y África incluidas) y, sobre todo, de opresión contra los españoles, esa lacra que nunca aparece en la Historia Sagrada propagandeada por los encopetados sicarios del Poder -cf. infra, Colón ahorcador compulsivo… de españoles.
En este sentido, el 12 de octubre abrió las compuertas de una riada de desheredados, de perseguidos y también de cortesanos trepas y logreros -generalmente cortesanos- que emigraron allende plus ultra para escapar de una monarquía sádica y de una casta aristocrática que era -y lo sigue siendo- la más innoble que conocieron España y los susodichos ‘países de nuestro entorno’. Nos referimos a esos mismos herederos del franquismo, ahora demócratas-de-toda-la vida, que constituyen la más zafia intelectualidad española y la más enchufada en el Poder. No nos quejamos dello: el Trono y sus palacios son ansí pero agradeceríamos que no nos inundaran cotidianamente con sus caspicies.
Este año 2024, el neofranquismo asola los medios españoles exactamente igual que lo hizo en años anteriores. Impermeables a la borrasca del tiempo, la peor intelligentsia que prosperó en España gracias a que la mejor tuvo que exiliarse -o ser torturada y fusilada-, esa que se enriquece en la temporada de invierno boreal -como los toreros- infectando América Latina con su consabido ‘sostenella y no enmendalla’, sigue aburriéndonos con su insultante monotonía: leyenda negra (¡mentira!), reinas (inmaculadas), Leyes de Yndias (precursoras de los DDHH), conquistadores (“héroes y santos”), beatíficos frailes e indios analfabetos.
Ello en cuanto a los tópicos. En cuanto a los argumentos, esa misma patulea de criminales se ve, precaria e hipócritamente, obligada a contemporizar con el genocidio de los amerindios -y de algunos españoles, cf. infra. Enfrentada a tan escabrosa obligación humanista, el neofranquismo recurre sistémicamente a una única tesis: que ‘no se pueden juzgar los hechos de ayer con la moral de hoy’. Para desgracia de los neo y vetero fachas, conocemos algunos personajes que fueron famosos durante la Invasión: Antonio de Montesinos, Pedro de Córdoba (raro caso de Inquisidor contra los invasores) y Las Casas, que parece archiconocido pero del que se omite que escribió otra Brevísima denunciando el expolio de los Guanches y de África. Sin embargo, a todos ellos los superaban con muchas creces aquellos conquistadores que no sólo defendieron a los amerindios desde la seguridad del púlpito sino que ‘se pasaron al enemigo’ con armas y bagajes. Popularmente, de ese grupo de auténticos españoles, sólo se habla de Gonzalo Guerrero, el capitán maya, pero nos olvidamos de Bohórquez o del fantástico onubense Juan Gonzalo Pech… y de cientos más.
Una pizca de Historia
En los ocho años que discurrieron entre 1492 y 1500, Colón y su familia ahorcaron o degollaron a quince españoles que hoy llamaríamos sindicalistas -amén de mutilar a dos señoras reas de prostitución o de celestinaje. En ese lapso, por La Española pasaron y/o residieron un millar de castellanos y periféricos. Y recordemos que 15 asesinados –entre ellos tres acusados de sodomía, sin contar mutilados y torturados- sobre mil súbditos, es una cifra mínima porque los Colombo pocas veces escribieron un registro de sus despóticos procedimientos legales. La pregunta es automática: si los Colón se comportaron así con sus compañeros de fatigas, ¿qué no harían contra los amerindios?
Una vez leída esa nota informativa, finalicemos con un juego: imaginemos que hubieran sido los republicanos quienes llegaron a Guanahaní. Para empezar, recordemos que un presidente de la I República dimitió para no firmar una condena a muerte -pena máxima que abolió la II República. Y, asimismo recordemos que los primeros ‘emigrantes’ y los exiliados, no fusilaron a nadie -ni siquiera al emperador Maximiliano de Habsburgo y México que tantos méritos hizo para merecerlo. Y continuemos con un hecho: las otrora Yndias han sido durante cinco siglos el hemisferio de refugio y de aprendizaje de la mejor España -a veces, también de la peor. Si los republicanos hubieran trabajado 500 años en las Yndias, si se hubieran mestizado realmente con los amerindios, América latina sería hoy una potencia mundial… siempre que España se conformara con figurar como cabeza protocolaria de una suerte de Iberowealth.
Comparanza ad hoc: si la Pérfida Albión mantiene en el planeta una poderosa imagen, no es porque sea un estado hegemón -de hecho es un Estado subalterno de los EEUU- sino porque (pese a la esclavitud y el genocidio que ejecutó contra tantísimos ‘pueblos salvajes’), todavía monitoriza el inglés correcto. ¿Correcto?: una fea entelequia que no se sustenta en razones estéticas sino burocráticas -sólo porque London ha instituido su particular ‘corrección lingüística’.
Imaginemos de nuevo: si los republicanos hispanos siguieran en las Yndias, América Latina seguiría hablando castellano pero sin las interferencias imperialistas propias de un fantasioso Madrid imitador de London. Allende del Charco, la lengua castellana hubiera gozado, no de un Siglo de Oro sino de cinco Siglos de Platino -como es bien sabido, todavía hablan mejor castellano que en España. Y, perdonen el arrebato: aquende del Charco, los sufridos españolitos de hoy no estaríamos podridos de anglicismos todo-a-zen sino que hablaríamos mejor castellano y cualquier otra lengua -catalán, euskera e incluso inglés, incluidas.
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