10 años de lucha anticarcelaria: China Cuellar presente

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2022/12/23/10-anos-de-lucha-anticarcelaria-china-cuellar-presente/                   

A diez años del asesinato de Florencia «la china» Cuellar seguimos denunciando la impunidad del aparato represivo del Estado. El servicio penitenciario es una mafia organizada que responde a los intereses del sistema capitalista.

Mientras los administradores del orden burgués gozan de la impunidad que les brinda ocupar un cargo en cualquier gobierno, dirigir un banco o presidir una empresa/sindicato, las cárceles resultan el lugar común para castigar a millones de pobres en todo el mundo, aguardando «preventivamente» el fallo judicial que puede demorar largos años en llegar, y cuando llega sentencia el cumplimiento de una cantidad de años condenadxs al encierro, en las peores condiciones de hacinamiento e insalubridad.

Todo esto se lleva adelante democráticamente dentro de lo reglamentado por quienes escriben las leyes, garantizando el modelo de sociedad basado en la apropiación privada de la riqueza social y en la socialización general de la miseria social. En Argen$ina, la pobreza ya alcanza al 43% y la indigencia al 8% de la población.

En tanto, si quienes luchan por sobrevivir en los términos propuestos por esta perversión que se atreven a llamar “vida”, atadxs a la necesidad de trabajar desde la edad en la que se esperaría que dediquen su tiempo a jugar, aprender, divertirse, desarrollarse, cosas imposibles viviendo dentro de un marco de violencia estructural, osan pervertir su «suerte» cambiando las reglas por unas en las que asuman el riesgo de conseguir lo que necesitan/desean mediante el hurto, robo o incluso si caen en la desdicha de ser los perejiles a quienes la policía señala para sacarse de encima alguna responsabilidad, deberán pagar el costo de la sed vengativa y punitivista de la sociedad.

Las cárceles no se hicieron para alojar a quienes se enriquecen de la timba financiera. Tampoco las habitan los especuladores inmobiliarios que juegan a esperar (o hacen lo posible para) que suba el valor del metro cuadrado de las tantas superficies que poseen deshabitadas, a la vez que familias enteras se ven forzadas a vivir en espacios cada vez más reducidos, sin acceso a servicios públicos, en absoluta marginalidad.

Las cárceles no surgieron de la necesidad de encerrar a empresarios que declaran quiebras fraudulentas para evitar pagar indemnizaciones a gente que dedicó jornadas extenuantes de trabajo durante la mitad o más de sus vidas. Casi no existen ejemplos de presos por evadir al fisco con declaraciones juradas mentirosas, simulando ser acreedores de varios millones menos de los que realmente son. No hay personas privadas de la libertad como consecuencia de mantener en la informalidad y con salarios debajo de los establecidos por ley a personas que les cumplen con horas de servicio.

Las prisiones en cambio están abarrotadas de personas cuya situación del otro lado de los muros ya era vulnerable. Y representan un negocio para el servicio penitenciario federal, que obtiene un presupuesto multimillonario del Estado con la supuesta condición de hacerse cargo de que los centros de detención estén en condiciones de satisfacer las necesidades básicas, que lxs detenidxs gocen de salud, tengan cubierta una dieta alimentaria nutritiva, espacios de recreación y formación. Pero no. Si alguien, por ejemplo, tiene la desdicha de enfermarse puertas adentro de la prisión, algo muy recurrente dadas las condiciones en las cuales se le obliga a vivir, con suerte se le permite acceder a una guardia de enfermería, y en tal caso, doblemente suerte si consigue algún tratamiento o medicamento. En muchos casos, lxs presxs ni siquiera reciben la mercadería que les acercan sus familias para comer algo más sano, porque el servicio penitenciario se reparte como si fuera un botín lo que estaba destinado a mejorar la situación de las personas privadas de su libertad.

Se cumplen diez años del asesinato de Florencia «la China» Cuellar en la Unidad N° IV del Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. A la vez diez años de lucha de su familia, amigxs y colectivos de gente consciente que no espera demasiado de la mafia judicial. La pretensión de lograr esclarecer el hecho parece ser una vara muy alta, por eso Alfredo, el papá de la china, nos convence cuando dice que no cree en la justicia burguesa. Que la verdadera justicia la hacemos nosotrxs, organizándonos, juntándonos, luchando. Denunciando el quiste que representan el conjunto de instituciones del Estado que garantizan los asesinatos en manos de su aparato represivo. Gritando porque no haya ¡Ni una menos en las cárceles también!


Si llegaste hasta acá es porque puede ser que te interese nuestra escritura, nuestras inquietudes, nuestras ganas de multiplicar la rebeldía, de promover la autonomía, de fomentar la auto-organización anti-autoritaria. Te invitamos a colaborar para que Gatx Negrx siga siendo una de las tantas voces necesarias para recuperar todo lo que nos han robado:     https://periodicogatonegro.wordpress.com/aportes/

Todo esto se lleva adelante democráticamente dentro de lo reglamentado por quienes escriben las leyes, garantizando el modelo de sociedad basado en la apropiación privada de la riqueza social y en la socialización general de la miseria social. En Argen$ina, la pobreza ya alcanza al 43% y la indigencia al 8% de la población.

En tanto, si quienes luchan por sobrevivir en los términos propuestos por esta perversión que se atreven a llamar “vida”, atadxs a la necesidad de trabajar desde la edad en la que se esperaría que dediquen su tiempo a jugar, aprender, divertirse, desarrollarse, cosas imposibles viviendo dentro de un marco de violencia estructural, osan pervertir su «suerte» cambiando las reglas por unas en las que asuman el riesgo de conseguir lo que necesitan/desean mediante el hurto, robo o incluso si caen en la desdicha de ser los perejiles a quienes la policía señala para sacarse de encima alguna responsabilidad, deberán pagar el costo de la sed vengativa y punitivista de la sociedad.

Las cárceles no se hicieron para alojar a quienes se enriquecen de la timba financiera. Tampoco las habitan los especuladores inmobiliarios que juegan a esperar (o hacen lo posible para) que suba el valor del metro cuadrado de las tantas superficies que poseen deshabitadas, a la vez que familias enteras se ven forzadas a vivir en espacios cada vez más reducidos, sin acceso a servicios públicos, en absoluta marginalidad.

Las cárceles no surgieron de la necesidad de encerrar a empresarios que declaran quiebras fraudulentas para evitar pagar indemnizaciones a gente que dedicó jornadas extenuantes de trabajo durante la mitad o más de sus vidas. Casi no existen ejemplos de presos por evadir al fisco con declaraciones juradas mentirosas, simulando ser acreedores de varios millones menos de los que realmente son. No hay personas privadas de la libertad como consecuencia de mantener en la informalidad y con salarios debajo de los establecidos por ley a personas que les cumplen con horas de servicio.

Las prisiones en cambio están abarrotadas de personas cuya situación del otro lado de los muros ya era vulnerable. Y representan un negocio para el servicio penitenciario federal, que obtiene un presupuesto multimillonario del Estado con la supuesta condición de hacerse cargo de que los centros de detención estén en condiciones de satisfacer las necesidades básicas, que lxs detenidxs gocen de salud, tengan cubierta una dieta alimentaria nutritiva, espacios de recreación y formación. Pero no. Si alguien, por ejemplo, tiene la desdicha de enfermarse puertas adentro de la prisión, algo muy recurrente dadas las condiciones en las cuales se le obliga a vivir, con suerte se le permite acceder a una guardia de enfermería, y en tal caso, doblemente suerte si consigue algún tratamiento o medicamento. En muchos casos, lxs presxs ni siquiera reciben la mercadería que les acercan sus familias para comer algo más sano, porque el servicio penitenciario se reparte como si fuera un botín lo que estaba destinado a mejorar la situación de las personas privadas de su libertad.

Se cumplen diez años del asesinato de Florencia «la China» Cuellar en la Unidad N° IV del Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. A la vez diez años de lucha de su familia, amigxs y colectivos de gente consciente que no espera demasiado de la mafia judicial. La pretensión de lograr esclarecer el hecho parece ser una vara muy alta, por eso Alfredo, el papá de la china, nos convence cuando dice que no cree en la justicia burguesa. Que la verdadera justicia la hacemos nosotrxs, organizándonos, juntándonos, luchando. Denunciando el quiste que representan el conjunto de instituciones del Estado que garantizan los asesinatos en manos de su aparato represivo. Gritando porque no haya ¡Ni una menos en las cárceles también!


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