Fuente: Umoya num. 97 4º trimestre 2019 Pablo Arconada Ledesma
Los pueblos de Etiopía han vivido tiempos agitados en los últimos años, especialmente durante el gobierno del Primer Ministro Hailemariam Desalegn que estuvo en el cargo entre 2012 y 2018. Las continuas protestas que se generalizaron entre los Amhara y los Oromo, pero que también tuvieron su repercusión en la capital y otras regiones, acabaron por poner contra las cuerdas al gobierno, llegando a declarar el Estado de emergencia y provocando, finalmente, la caída de Desalegn y la llegada al poder del recién galardonado con el Nobel de la paz por su papel en el proceso de paz con Eritrea Abiy Ahmed Ali.
Aunque pudiera parecer algo novedoso el hecho de que unas protestas ciudadanas en Etiopía obliguen a un cambio de gobierno, lo cierto es que el país ya ha vivido con anterioridad episodios de agitación social, incluso durante el reinado del Emperador Haile Selassie I. Ya en 1960, durante el golpe de Estado que se realizó contra el emperador, los estudiantes universitarios salieron a la calle para apoyar a los militares y exigir una apertura del régimen imperial. Precisamente, fue en torno a estos grupos de estudiantes a los que se va a generar un movimiento mucho más masivo en los primeros años de la década de 1970. Junto a los estudiantes, los conductores y los campesinos iniciaron una serie de manifestaciones para derrocar al gobierno. Aunque finalmente la revolución de 1974 fue secuestrada por el Consejo Administrativo Militar Provisional, más conocido como Derg, es inevitable pensar que, sin la presión de las calles, el cambio político no hubiera tenido lugar.
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