Bajo la lupa. Ucrania: guerra religiosa que no se atreve a pronunciar su nombre

Fuente: La Jornada

Bajo la lupa

Ucrania: guerra religiosa que no se atreve a pronunciar su nombre

Alfredo Jalife-Rahme                                                            03.08.22

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▲ Un lanzacohetes ucranio Verba dispara, ayer, contra posiciones rusas en Jarkov.Foto Ap
Antes de ser presidente, el católico Joe Biden había musitado que la máxima vulnerabilidad de lo que quedaba de Rusia –tras la catástrofe (Putin dixit) de la balcanización de la ex URSS– era su decreciente demografía, que llegó a ser negativa en la fase aciaga de Gorbachov y Yeltsin –dos cándidos de la geoestrategia–, con antelación a la parusía geopolítica del zar Putin, quien cada vez más se inspira de Pedro El Grande: constructor en el siglo XVII, basado en la Ilustración, de San Petersburgo (anterior Leningrado), una de las ciudades más occidentales.

Dentro de las varias guerras en una en la entelequia Ucrania, que fracturó a la biosfera en dos bloques geoestratégicos regionales –EU/OTAN/Unión Europea vs Rusia/China–, se escenifica una guerra religiosa que no se atreve a decir su nombre que busca deliberadamente balcanizar a la mayoría de la Iglesia ortodoxa –tres cuartos de la población de Ucrania, según la CIA– y, de paso, escindir el cosmos de la religión ortodoxa cuya mayoría universal abreva(ba) del patriarcado de Moscú.

Se han condesado tres guerras, que no suelen ser escudriñadas, en la Operación Militar Especial de desnazificación/desmilitarización de Ucrania: 1) la demográfica: ruptura, mediante una artificial guerra civil de las poblaciones eslavas, de los fraternos lazos históricos de Kiev con Moscú: la Rus de Kiev del siglo IX, la matriz étnica de Rusia; 2) la lingüística: prohibición del idioma ruso, y 3) la religiosa: dilución de la mayoría de credo ortodoxo adherente al patriarcado de Moscú. Se desprende que tal triple balcanización demográfica/lingüística/religiosa busca fragmentar geopolíticamente a los países de Europa Central/Oriental del epicentro del poder nuclear –y sus azorantes misiles hipersónicos– de Moscú.

El porcentaje de los devotos de la religión ortodoxa universal –concentrada primordialmente en Europa Central/Oriental/Ucrania/Rusia/Bielorrusia/Serbia– ha declinado en forma dramática, prácticamente a la mitad: de 20 a 12 por ciento (https://pewrsr.ch/3OThQkE).

Según el centro Pew, existe una correlación entre la declinación demográfica y el declive religioso del mundo ortodoxo, predominante en las porciones eslavas de Europa oriental que datan del siglo IX. El total de ortodoxos en el mundo asciende a 260 millones: cifra diminuta y en declive frente al impactante ascenso juvenil del Islam de mil 800 millones de feligreses.

Hoy Rusia, diezmada deliberada y demográficamente con la balcanización de la ex URSS, cuenta con más de 142 millones de habitantes, cuyas mínimas dos terceras partes profesan la religión ortodoxa (más de 100 millones, según CBS). Fuentes de EU –a quienes conviene la disminución de los ortodoxos– señalan que existe cerca de 7 por ciento de feligreses islámicos y menos de 1 por ciento de judíos en Rusia. Sería un grave error de juicio cotejar en forma banal la adhesión a la religión ortodoxa sin tomar en cuenta la tácita aceptación a un modus vivendi civilizatorio que se desprende de la conjugación de los factores étnico/lingüístico/religioso.

Ucrania –43.5 millones de habitantes– comporta más de dos tercios de ortodoxos, mientras los judíos representan 0.13 por ciento (https://bit.ly/3vzXSEZ). Llama la atención que el jázaro (https://amzn.to/2MR0PfM) y trágico comediante Zelensky –al unísono del oligarca israelí-ucraniano Kolomoyskyi, inmersos en los Pandora Papers (https://bit.ly/3PW0dSI)– gobierne un país étnicamente eslavo a más de dos terceras partes de religión ortodoxa.

En la tónica de la balcanización de los ortodoxos eslavos de Ucrania, Alan Cullison, del WSJ, distorsiona que la guerra en Ucrania “ensancha las brechas espirituales (sic) entre los países cristianos ortodoxos (https://on.wsj.com/3cPQmiw)”, mientras Yale Journal devela cómo el ex presidente Petro Poroshenko, apoyado por EU (sic), jugó en forma perversa a la autonomía de la Iglesia ortodoxa de Ucrania contra el patriarcado de Moscú con tal de permanecer en el poder y profundizar su ruptura geopolítica bizantina (sic) contra Rusia (https://bit.ly/3SjWik8).

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