Fuente: A Fondo 1/2019/https://umoya.org/wp-content/ El Salto diario
Uganda: victoria de agricultores. La larga lucha por los derechos y el
territorio en Apaa.
Tras ocupar durante 37 días la oficina de las Naciones Unidas en Gulu, Uganda, 234 campesinos y campesinas, bebés, madres, jóvenes y mayores recogieron sus cosas y se montaron en camiones de vuelta a sus hogares en , un área del norte del país, rica en recursos agrícolas y bosques. Lejos de tratarse de una acción
silenciosa y sombría, su marcha estuvo marcada por cantos de celebración. Se trataba de una exhalación colectiva de alivio tras más de un mes de una hacinada convivencia con una letrina desbordada y hostilidades diarias.
Los ocupantes comenzaron su travesía desde Apaa a Gulu el 10 de julio, un viaje que llevó más de 20 horas, realizado a pie y en camión. Llegaron a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
(OHCHR) en Gulu silenciosamente a las 7 de la mañana llevando en sus manos una petición avalada por más de 26.000 habitantes de Apaa. La petición exige que el alto comisionado de Ginebra apele al gobierno de Uganda para el cese de incendios provocados, matanzas, detenciones y otros abusos llevados a cabo contra su comunidad.
Durante las primeras horas de la ocupación, el personal de la oficina de la ONU, nervioso, se mantuvo al teléfono consultando con sus superiores de la capital, Kampala. Los agentes de seguridad se mantuvieron expectantes. Los 234 ocupantes de Apaa se sentaron en silencio sobre el césped, cabizbajos y rezando, en espera de una posible orden a la policía de desalojarles de manera forzosa. Finalmente llegó la orden de Kampala: no serían desalojados.
Los ocupantes empezaron a colocar lonas e instalar una cocina con cazuelas que colocaron sobre las rocas, estableciendo ahí su campamento.
Mientras las organizaciones locales de Gulu contribuían a la ocupación con apoyo logístico, otros grupos comunitarios y activistas de otras zonas de Uganda enviaron bolsas de cacahuetes, pollos, madera, jabón y alimentos básicos. Igualmente, algunos de los momentos más bellos de la ocupación fueron aquellas muestras de solidaridad que venían de lugares lejanos y sorprendentes. Más allá de estas aportaciones prácticas, muchos grupos apoyaron la difusión de la denuncia, contribuyendo a aumentar el apoyo procedente de la opinión pública, informando sobre los ocupantes y sus valientes actos por defender los derechos de su comunidad.
(…) Cuando consideraron que las garantías ofrecidas eran lo suficientemente sólidas como para dar fin a la ocupación, decidieron
retornar a sus hogares. Sin embargo, tal y como comentó uno de los ocupantes, «nuestra lucha no ha acabado, pero hemos logrado mucho y ahora tenemos aliados poderosos. Esperamos que
esta acción dé a otras comunidades en toda Uganda la valentía para organizarse por sus derechos».
Al sorprender a las Naciones Unidas, al Gobierno de Uganda e incluso a sus propios políticos locales, la comunidad de Apaa ha mostrado al mundo que no son víctimas pasivas, sino poderosos agentes del cambio. Se ha ganado terreno y se ha construido poder. La constante lucha de la comunidad de Apaa por su derecho a vivir en paz en su propio territorio no ha acabado, pero nunca será la misma. A finales de agosto terminó un encierro de 37 días en la
sede de Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
(OHCHR) en Gulu. La comunidad Apaa ha dado toda una lección de
resolución y dignidad.