Fuente: La Jornada/Emir Sader 19.08.2020
Brasil vive el peor momento de su historia, una cruel combinación de crisis económica, política, social y de salud pública, en las peores condiciones. Sin un gobierno legítimo, elegido democráticamente por el pueblo –como sucedió durante los gobiernos del PT, el momento más virtuoso de la historia brasileña, que el pueblo eligió continuar, democráticamente, por su voto, cuatro veces seguidas–, sin tener un estado democrático y fuerte, sin tener un sistema de salud como primera prioridad nacional para enfrentar la pandemia.
Es como si el equipo nacional de Brasil estuviera perdiendo el partido más importante de su vida, con Pelé en el banquillo, sin contar con lo mejor que tiene el país. Lula dejó la presidencia con un 87 por ciento de apoyo, el mayor que haya tenido un presidente, a pesar de que tenía más de 80 por ciento de referencias mediáticas en su contra, habiendo hecho el mejor gobierno que ha tenido el país.
Porque Lula gobernaba para todos, privilegiando a los más necesitados. Por eso fue reconocido por todos, con este apoyo sin precedentes a un presidente. Como Lula se ocupó de la gente, dedicó la mayor parte de sus energías a servir a los más frágiles, a los más necesitados. Porque Lula empezó a representar a Brasil de la mejor manera en el mundo, proyectó al país como el más grande prestigio en todo el mundo. Porque Lula escuchó a todos, organizó un gobierno que respondió a lo que necesitaba Brasil, recuperó la imagen del país, el Estado, el gobierno. Habló con todos, oyó a todos.
Porque Lula reunió al equipo que mejor atendía a las necesidades del país, en todos los planes, para poder hacer crecer nuevamente la economía, con políticas sociales para atender a los más necesitados. En la economía, en la educación, en la salud, en la cultura, en las relaciones exteriores, el país se había recuperado de la recesión más prolongada y profunda, con inclusión social.
Porque Lula hablaba y escuchaba como nadie. No sólo hizo el mejor gobierno, sino que también trató de ayudar a la gente a ser consciente de sus derechos, de cómo el abastecimiento de sus necesidades es responsabilidad del gobierno. A todos les enseñó que gobernar es cuidar a la población, y no dejar a nadie abandonado, es incluir a todos, es luchar contra las desigualdades, como la marra negativa que tiene Brasil
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Lula podría haber sido elegido democráticamente en 2018, sería presidente de Brasil hoy y todos pueden imaginarse cómo sería el pais con él en la presidencia. Una colusión entre las grandes empresas, los medios de comunicación, el Poder Judicial, cometió el brutal crimen contra la democracia y contra Brasil –por el cual se paga un precio muy alto– para evitar que el presidente del país hoy sea Lula.
Muchos sectores se están dando cuenta de esto. Su mejor forma de corregir el grave crimen que cometieron contra Brasil, contra la democracia y contra el pueblo brasileño, es permitir que Lula recupere plenamente sus derechos políticos, sea el candidato de la democracia para recuperar al país de su peor crisis y apoyarlo en las elecciones y en el gobierno.
La magnitud de la crisis que vive Brasil sólo se puede afrontar con lo mejor que tiene el país. Tener en salud pública a las mejores personas que se tienen, el mejor personal en salud pública. Tener en educación el mejor personal que ya ha demostrado que puede democratizar y expandir la educación pública brasileña.
Brasil no puede darse el lujo de tener el mejor presidente que el país ha tenido, para salvar a la nación de la crisis, para salvar la democracia, para salvar al pueblo de la miseria, para salvar la vida de los brasileños. Sólo Lula puede salvar al país de su peor crisis. La nación tendría que tenerlo nuevamente como presidente, para dirigir una inmensa movilización que pueda salvar a Brasil.