El lince. Los paletos y los niñatos.

Fuente: https://frenteantiimperialista.org/los-paletos-y-los-ninatos-el-lince/                

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Los paletos y los niñatos. El lince

Ponedlo también en femenino. Lo que os voy a contar tiene dos lugares: uno, Palma de Mallorca (isla del Estado español); otro, Francia.

En Palma de Mallorca se está organizando lo que está de moda: la Palma Pride Week, así, en inglés. Los niñatos de Palma tienen que recurrir al inglés porque así tiene más importancia (en sus cabezas, porque no tiene ninguna en otro lugar, y sus cabezas están vacías). Esta week la quieren vestir de algo especial: el lesbianismo. Para ello, el Ajuntament -dirigido por el PSOE en coalición con Unidas Podemos y Més-Estimam Palma- ha elegido a una reconocida activista como organizadora. Hay que decir que la concejalía que lo organiza está en manos de Unidas Podemos. Pues esta chica, toda ufana ella, ha dicho esta estupidez:«Vendrá gente del campo que nunca ha visto una lesbiana y dirá, mira, es como cualquier otra persona».

Comercialización, progresismo, negocio. Es lo que tienen los niñatos (ponedlo en femenino), que son, simplemente, ignorantes y estúpidos, obnubilados por los cargos, las poltronas y el hacerse los simpáticos para el poder. Y luego se preguntan, asombrados, porqué la gente normal y corriente no les vota y pasa de ellos como de la mierda. Dado el tamaño del disparate de esta chica tan moderna y tan progre, que dice mucho del desprecio y de la prepotencia de esta gente, ahora todo el mundo ha salido a pedir perdón. Y luego se preguntan, asombrados (ponedlo en femenino), por qué la gente vota al fascismo. Es como en Andalucía, donde también hiceron de las suyas arremetiendo contra la caza sin tener en cuenta que en muchos pueblos es una parte importante para el sustento cotidiano dado el nivel de paro que hay en el campo andaluz. Urbanitas ellos (ponedlo en femenino), ven al campo como algo atrasado pese a su ecologismo y vestimenta verde (oliva, como los Verdes alemanes, los principales defensores del militarismo y el apoyo a los nazis ucranianos). Hay más que una duda razonable de que esta gente haya visto a algún campesino si no es en foto o en algún sesudo programa de televisión. Para ellos, cosmopolitas hasta la náusea, y clasistas hasta decir basta, todo lo que está fuera de la ciudad es, tal vez, un gran escenario cinematográfico sin problemas reales. Eso por no decir que hay un atisbo de desprecio.

Esto es muy similar a lo que ocurre en Francia, ahora también de moda por las elecciones de ayer. En Francia, los niñatos (ponedlo en femenino) se refirieron a los chalecos amarillos como «la revuelta de los palurdos». Una revuelta que puso contra las cuerdas al poder, que no fue sofocada pese a las muertes, mutilaciones, detenciones y condenas que, por supuesto, no sonrojaron al muy democrático Occidente (11 muertos, 29 mutilados -24 con pérdida de ojo y 5 con pérdida de mano-, 4.999 heridos y 11.090 detenidos) y en la que los niñatos se abstuvieron de participar. Solo el coronavirus pudo con esa revuelta.

Los menos niñatos tardaron en hacerlo, pero al final se sumaron. Al igual que los sindicatos, cuando vieron que las direcciones eran desbordadas por las bases. Esos posos son los que ahora está recogiendo Melenchon, aunque también el fascismo. La diferencia entre Francia y el Estado canalla (más conocido como España) es que allí, y gracias a los chalecos amarillos, hay un debate sobre «las periferias» al que se añade (porque el sindicalismo francés está a años luz de cualquier otro) el olvido de la clase obrera por parte de lo que en Francia, de forma muy acertada, se denomina «la nueva aristocracia» al referirse a estos niñatos (ponedlo en femenino) como representantes de las nuevas élites urbanas (profesores, funcionarios, etc.) muy protegidas de la dureza económica globalizadora que en Europa representa la plutocracia de Bruselas.

Así, es sorprendente el programa electoral que ha presentado esta coalición de «izquierda» y que ya es satanizada por los medios de propaganda. Porque uno de sus puntos es el reforzar el sector público, nacionalizando lo que haya que nacionalizar, y no perder tanto tiempo con los gastos en la OTAN, por ejemplo. O rebajar la edad de jubilación a los 60 años (ahora está en 62, Macron quiere subirla a los 65; en España está en los 67). Incluso plantea la salida de la UE bajo ciertas condiciones.

Digo de «izquierda», entre comillas, porque aunque la composición de quienes forman esta coalición no es para tirar cohetes (y su alianza interna es muy frágil) sí ha utilizado un discurso de clase en contra de los manierismos clásicos de esta nueva aristocracia de los niñatos progres (ponedlo en femenino).

La abstención ha sobrepasado el 50%, los partidos tradicionales han sido borrados del mapa y el poder se resiente, y mucho. Aunque pierda en la segunda vuelta, la aceptación de las políticas neoliberales, que con tanto entusiasmo asumen los niñatos (ponedlo en femenino), y que habían cavado la tumba bajo los pies de la izquierda clásica, ya no será tan fácil. Eso es el legado de los paletos, de los palurdos, de los chalecos amarillos.

Aquí, los paletos tal vez deberían arrasar la Palma Pride Week para dar una lección a los niñatos (ponedlo en femenino) o, si os parece que me paso, al menos la concejalía que lo organiza (concejala incluida). El alejamiento, o desprecio, de la progresía de la realidad en que se vive es palmaria. Y junto a ello, la lógica del apaciguamiento que vienen practicando desde hace años, desde cuando tocaron un poquito de poder, el rebajar discursos, el hacer desaparecer propuestas emancipatorias. Y luego se quejan de que no se les vota, o de que se vota al fascismo.

(Publicado en el blog del autor, el 13 de junio de 2022)

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