Nònimo Lustre*. LQS. Agosto 2020
En plena ociosidad, colegimos que, si con 44 palabras armamos un “Cuento celtibérico” (ver poste de 18 julio 2020), hoy, con el doble de celtismos certificados por el DRAE edición 2011, mejor podremos continuarlo con un cuento celta… O eso pensábamos al abordar una tarea que, a la postre, demostró que la abundancia no es sinónimo de facilidad.
En el apólogo que sigue, los celtismos van en cursiva y su significado puede consultarse en el DRAE de turno. Pero no se sorprendan si leen unos pocos términos aparentemente latinos como gladiadores o gladio, pero -¡DRAE dixit!-, es posible que llegaran a Hispania vía los pueblos celtas. O incluso, asimismo, que el latín las tomara prestada de la lengua celta. Y tampoco se confíen si leen un celtismo en rigurosa cursiva porque quizá no signifique lo mismo que están suponiendo –quizá sea lo que en la jerga de los traductores se llama ‘un falso amigo’. Siguiendo el clásico método etnográfico para el orden expositivo, velay el resultado:
El paisaje. Muy lejos de los Alpes, en una broa abierta a las rompientes y en una cuesta existía una varga, a veces semi-inundada según el vaivén de la malina y rodeada por una tapia con algorza, a la que se llegaba por una trocha. El campo circundante estaba tupido de brezo, incómodas baleas, anónimos barros y culantrillos brencas. El bitumen surgía donde menos se le esperaba y las bruscas, por doquier. Y algo incomodaba el légamo entre las margas rocosas. Pero, al mismo tiempo, podían encontrarse deliciosas mayuetas. Aún se respetaban las concias del monte. En otros rincones, sólo era un callao pedregoso. Pero, en la mar, abundaban los sábalos o sabogas, las escurridizas reos y los centollos que los afortunados llevaban sobre su cabeza en sus carpanchos de mimbre o de avellano. Todo estaba calmo porque todavía no se conocían las minas de estaño.
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