Libro PdF: Marxismo y literatura por Raymond Williams

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2020/07/26/marxismo-y-literatura-por-raymond-williams/                     

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El libro n° 222 de nuestra Colección Socialismo y Libertad

INTRODUCCIÓN

I. CONCEPTOS BÁSICOS

  1. Cultura

  2. Lenguaje

  3. Literatura

  4. Ideología

II. TEORÍA CULTURAL

  1. Base y superestructura

  2. La determinación

  3. Las fuerzas productivas

  4. De la reflexión a la mediación

  5. Tipificación y homología

  6. La hegemonía

  7. Tradiciones, instituciones y formaciones

  8. Dominante, residual y emergente

  9. Estructuras del sentimiento

  10. La sociología de la cultura

III. TEORÍA LITERARIA

  1. La multiplicidad del acto de escribir

  2. La estética y otras situaciones

  3. Del medio a la práctica social

  4. Signos y notaciones

  5. Las convenciones

  6. Los géneros

  7. Las formas

  8. Los autores

  9. Alineación y compromiso

  10. La práctica creativa

SUMARIO

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

Este libro ha sido escrito en una era de cambio radical. Su temática, marxismo y literatura, forma parte de este cambio. Hasta hace veinte años, y especial-mente en los países angloparlantes, hubiera sido posible suponer, por una parte, que el marxismo conforma un cuerpo estable de teoría o doctrina, y por otra, que la literatura es un cuerpo estable de trabajo, o de tipos de trabajo, con una serie de cualidades y propiedades generales bien conocidas. Un libro de este tipo, entonces, podría haber examinado razonablemente los problemas que surgen de las relaciones planteadas entre estos dos temas o, aceptando cierto tipo de relación, haber pasado rápidamente a algunas aplicaciones específicas. En la actualidad la situación es muy diferente. El marxismo, en muchas esferas de actividad, y tal vez especialmente en la esfera de la teoría de la cultura, ha experimentado un significativo resurgi-miento a la vez que una apertura y una flexibilidad respecto del desarrollo teórico. Entretanto, la literatura se ha tornado problemática en una serie de nuevos aspectos por razones que le son afines.

El propósito de este libro es presentar este período de desarrollo activo de la única manera que parece apropiada a un cuerpo de pensamiento que todavía se halla en movimiento, procurando a la vez clarificarlo y contribuir a su desarrollo. Esta actitud implica, necesariamente, reexaminar las posiciones más primitivas, tanto marxistas como no marxistas. Sin embargo, lo que se ofrece no es un sumario; es una crítica y un debate.

Un modo de explicitar mi concepción de la situación a partir de la cual principia este libro es describir, sucintamente, el desarrollo de mi propia actitud ante el marxismo y la literatura, dos temas que, tanto en la práctica como en lo que se refiere a la teoría, han ocupado la mayor parte de mi vida activa. Mis primeros contactos con la cuestión literaria en el marxismo se produjeron cuando llegué a Cambridge, en el año 1939, con el objeto de estudiar lengua; no en la facultad, sino en la prolífica polémica estudiantil. En aquella época el debate y el análisis político y económico marxista, o al menos comunista y socialista, ya me resultaban relativamente familiares. Mi experiencia de crecimiento en el seno de una familia de la clase trabajadora me había llevado a aceptar la posición política básica que ellos sostenían y clarificaban. Los asuntos cultural y literario, tal como tropecé con ellos, eran, efectivamente, una prolongación de esto, o un tipo de afiliación a esto. Por entonces no lo comprendí así con claridad. La dependencia, creo, todavía no es comprendida en general en todas sus implicaciones. Prácticamente nadie se convierte en marxista en función de razones que son originariamente culturales o literarias, sino en función de compulsivas razones políticas y económicas. En la premura que caracterizó a la década de 1930 o que caracteriza a los años setenta, todo ello resulta comprensible, aunque puede significar que un estilo de pensamiento y ciertas proposiciones determinadas son escogidas y aplicadas, de buena fe, como si formaran parte de un compromiso político sin tener necesariamente ninguna esencia independiente y, ciertamente, sin provenir necesariamente del análisis y la elaboración básicos. De este modo describiría yo mi propia posición como estudiante durante el período comprendido entre los años 1939 y 1941, en el cual un marxismo confiado aunque altamente selectivo coexistía torpemente con mi trabajo. académico ordinario hasta que la incompatibilidad –tan fácilmente negociable entre los estudiantes como entre lo que se consideraba el establishment pedagógico– se convirtió en un problema; no en cuanto a las campañas políticas, o a la polémica, sino, muy rigurosamente, para mí mismo y para todo lo que pudiera denominar como mi propio pensamiento. Lo que verdaderamente aprendí –compartiéndolo– de las inflexiones dominantes que asumía aquella actitud marxista inglesa. es lo que ahora denominaría, todavía respetuosamente, populismo radical. Era una tendencia popular, activa y comprometida, preocupada mucho. más (para su propio beneficio) por producir literatura que por juzgarla, e interesada sobre todo en relacionar la literatura activa con las vidas de la mayoría de nuestro propio pueblo. Al mismo tiempo, y paralelamente, su esfera de acción, aun en lo que atañía a las ideas marxistas, era relativamente estrecha y existían numerosos problemas y tipos de debate sumamente desarrollados en estudios especializados, con los que no se relacionaba en absoluto y a los cuales, en consecuencia, a menudo se descartaba. En la medida en que comenzaron a surgir dificultades en las áreas de actividad e interés en que yo me hallaba particularmente interesado, comencé a comprender y a definir una serie de problemas que desde entonces ocuparon la mayor parte de mi obra. Excepcionalmente aislado dentro de las cambiantes formaciones políticas y culturales de los últimos años de la década de 1940 y de principios de la década de 1950, procuré descubrir un área de estudio en la cual algunos de estos interrogantes pudieran ser respondidos y otros pudieran ser incluso formulados. Durante la misma época estudié intensamente el marxismo y continué compartiendo la mayoría de sus posiciones políticas y económicas, aunque llevando adelante mi propia obra cultural y literaria e investigando desde una distancia intencionada. Este período se halla sintetizado en mi libro Culture and Society y, en el contexto actual, en su capítulo sobre “marxismo y cultura”.

Sin embargo, a partir de mediados de la década de 1950 comenzaron a surgir nuevas formaciones que fueron agrupadas bajo la denominación de la Nueva Izquierda. En esta época hallé una inmediata afinidad entre mi propio tipo de trabajo literario y cultural y posiciones que, de hecho, habían estado latentes desde los años de 1947 y 1948, como se vislumbra en el trabajo publicado bajo el título de Politics and Letters; posiciones que permanecían sin desarrollar porque las condiciones para una elaboración de ese tipo aún no existían plenamente. Asimismo, encontré –fundamentalmente– que el pensa-miento marxista era diferente, y en algunos aspectos radicalmente diferente, de lo que yo y la mayoría de la gente entendía en Gran Bretaña por marxismo. Se establecieron contactos con trabajos anteriores que hasta entonces no se habían cruzado en nuestro camino; por ejemplo, la obra de Lukács y de Brecht. Existía una nueva obra contemporánea en Polonia, en Francia y en la propia Gran Bretaña. Y mientras una parte de esta obra estaba explorando nuevos campos, otra gran parte de ella, precisamente la más interesante, entendía al propio marxismo como un desarrollo histórico con una serie de posiciones sumamente variables e incluso alternativas.

Comencé entonces a leer más intensamente la historia del marxismo, procu-rando delinear especialmente la concepción particular, tan decisiva para el análisis cultural y literario, que hoy reconozco ha sido originariamente sistematizada por Plejanov, que recibía el apoyo importante de los últimos trabajos de Engels y que fuera popularizada por las tendencias dominantes del marxismo soviético. Comprender claramente aquella concepción teórica y su carácter híbrido con un sólido populismo radical nativo significaba comprender tanto mi respeto como mi distancia respecto de lo que hasta el momento había conocido cómo marxismo tout court. Asimismo, significaba recuperar una concepción del grado de selección e interpretación que, tanto en relación con Marx como con la extensa argumentación e investigación marxista, representaba efectivamente aquella posición familiar y ortodoxa. Por lo tanto, pude incluso estudiar a los marxistas ingleses de los años treinta de un modo diferente, especialmente a Christopher Caudwell. Resulta característico que la controversia sobre Caudwell, que yo había seguido muy cuidadosamente durante los últimos, años cuarenta y principio de los cincuenta, se había centrado sobre una cuestión característica del estilo de aquella tradición ortodoxa: “¿Son sus ideas marxistas o no lo son?” Es un estilo que se ha conservado; en algunos rincones, en ciertas afirmaciones veraces sobre si esto o aquello es o no es una posición marxista. Sin embargo, al conocer algo más de la historia del marxismo y de la variedad de tradiciones selectivas y alternativas que se agrupan dentro de ella, podía al menos liberarme del esquema que había constituido tal obstáculo tanto para la certeza como para la duda: el esquema de las posiciones marxistas establecidas y conocidas que, en general, eran las únicas aplicables, y el correspondiente abandono de todos los demás tipos de pensamiento, como el no marxista, el revisionista, el neohegeliano o el burgués. Una vez que el cuerpo central de pensamiento era comprendido en sí mismo como activo, en desarrollo, inconcluso y persistentemente contencioso, volvieron a abrirse muchos de aquellos interrogantes; y, en honor a la verdad, mi respeto por el cuerpo de pensamiento considerado en su totalidad, incluyendo la tradición ortodoxa considerada ahora como una tendencia dentro de esa totalidad, se incrementó de modo decisivo y significativo. He llegado a comprender cada vez con mayor claridad las diferencias radicales que presenta respecto de los demás cuerpos de pensamiento; y, al mismo tiempo, las complejas conexiones que mantiene con ellos y los numerosos problemas que todavía se hallan en vías de solución.

Fue precisamente en esta situación cuando sentí la agitación que me produjo establecer contacto con nuevas obras marxistas: las últimas obras de Lukács, las últimas obras de Sartre, el desarrollo de la labor de Goldmann y de Althusser, las síntesis variables y en evolución del marxismo y de algunas formas del estructuralismo. Al mismo tiempo, dentro de esta significativa actividad nueva, había un mayor acceso a los trabajos más antiguos, especialmente los de la Escuela de Frankfurt (en su período más significativo, durante los años treinta y cuarenta) y particularmente la obra de Walter Benjamín; la obra extraordinariamente original de Antonio Gramsci; y, como un elemento decisivo de un nuevo concepto de la tradición, la obra nuevamente traducida de Marx, y especialmente los Grundrisse. Durante el período en que ocurría todo esto, reflexionaba a menudo –y en Cambridge tema un motivo directo de reflexión– acerca del contraste que existía entre la situación que vivía el estudiante socialista de literatura en el año 1940 y la situación que tenía en el año 1970. Generalmente tenía razones suficientes para reflexionar sobre la sorpresa que manifestaba cualquier estudiante de literatura en una situación en la que una concepción que había sido arrastrada a una condición de estancamiento, o a posiciones locales y parciales, en los años treinta y cuarenta, estaba siendo vigorosa y significativa-mente reconsiderada.

A principios de los años setenta comencé a examinar estas cuestiones en una serie de conferencias y de clases en Cambridge; al principio con alguna oposición por parte de mis colegas de la facultad, que sabían (pero que no saben) qué significaban el marxismo y la literatura. Sin embargo, esto importaba menos que el hecho de que mi propio debate solitario, prolongado y a menudo interior, con lo que yo había conocido como marxismo, ocupaba su lugar en una seria y extensa investigación internacional. Tuve oportunidad de divulgar mis análisis en Italia, Escandinavia, Francia, Norteamérica y Alemania, y ante visitantes de Hungría, Yugoslavia y la Unión Soviética. Este libro es el resultado de aquel período de análisis en un contexto internacional en el que he tenido el sentimiento, por primera vez en mi vida, de pertenecer á una esfera y a una dimensión de trabajo en la que podía sentirme absolutamente cómodo. Sin embargo, he tenido presente en cada momento la historia de los treinta y cinco años anteriores, durante los cuales cualquier contribución que yo pudiera aportar había sido desarrollada en contacto directo y complejo, aunque a menudo indocumentado, con los asertos y las ideas marxistas.

Tal historia individual puede revestir alguna importancia para el desarrollo del marxismo y del pensamiento elaborado sobre el marxismo en Gran Bretaña durante ese período. Sin embargo, tiene una importancia más inmediata para el carácter de este libro y para su organización. En la primera parte cuestiono y analizo cuatro conceptos básicos: “cultura”, “lenguaje, “literatura” e “ideología”. Ninguno de ellos es exclusivamente un concepto marxista, aunque el pensamiento marxista ha contribuido a su caracterización; a veces significativamente, por lo general de un modo irregular. Examino específica-mente la utilización que hace el marxismo de estos conceptos, pero asimismo estoy interesado en ubicarlos dentro de desarrollos más generales. Esto es consecuencia del desarrollo intelectual que he descrito: estoy interesado por comprender las diferentes formas del pensamiento marxista más en su interacción con otras formas del pensamiento que como una historia separada, sea hagiográfica o ajena. A la vez, el reexamen de estos conceptos fundamentales, especialmente los de la lengua y la literatura, abre el camino hacia la crítica y la contribución subsiguientes. En la segunda parte analizo y discuto los conceptos clave de la teoría cultural marxista, de la cual –y esto constituye una parte esencial de mi exposición– parece depender en la práctica la teoría literaria marxista. No es solamente un análisis de los elementos que conforman un cuerpo de pensamiento; exploro variantes significativas y, en algunos puntos específicos, especialmente en los capítulos finales, introduzco mis propios conceptos. En la tercera parte extiendo nuevamente el análisis a las cuestiones de la teoría literaria en la cual las variantes del marxismo son interactivas con otros tipos de pensamiento con el que se hallan relacionados y que a veces resultan alternativos. En cada una de estas partes, mientras presento un análisis y una discusión de los elementos clave y de las variantes del pensamiento marxista, me preocupo asimismo por desarrollar de modo teórico una posición a la que he arribado con el paso de los años. Esta difiere, en varios puntos clave, de lo que es ampliamente conocido como la teoría marxista; e incluso de gran parte de sus variantes. Es una posición que puede ser descrita brevemente como de materialismo cultural: una teoría de las especificidades del material propio de la producción cultural y literaria dentro del materialismo histórico. Sus detalles pertenecen a la totalidad de la argumentación; sin embargo, debo decir en este punto que, a mi modo de ver, es una teoría marxista, y en sus campos específicos, a pesar de –e incluso debido a– la relativamente poca familiaridad que caracteriza a algunos de sus elementos, forma parte de lo que al menos yo pienso que es el pensamiento fundamental del marxismo.

Con el objeto de sostener el análisis, la discusión y la presentación de posiciones teóricas nuevas o modificadas, he debido mantener el libro dentro de una dimensión teórica primaria. En muchos aspectos esto será bien comprendido e incluso bienvenido. Sin embargo, debo aclarar, conociendo la solidez que caracteriza a otros estilos de trabajo, especialmente en relación con la gran mayoría de mis lectores ingleses, que, aun siendo este libro casi totalmente teórico, en él cada posición ha sido elaborada a partir del minucioso trabajo práctico que he realizado previamente y de su interacción consecuente –sea ésta implícita– con otros tipos de procedimientos e hipótesis teóricos. Tal vez yo sea más consciente que nadie de la necesidad de ofrecer ejemplos detallados a fin de esclarecer algunos de los conceptos menos familiares; aunque, por una parte, este libro procura ser en algunos aspectos un punto de partida para un nuevo trabajo, y, por otra parte, algunos de los ejemplos que ofreceré ya han aparecido en libros escritos con anterioridad. Por lo tanto, quien desee saber lo que yo “prácticamente, realmente” significo a través de ciertos conceptos, puede remitirse, a fin de obtener algunas instancias directrices, a los ejemplos de las indicaciones y anotaciones que aparecen en Drama in Perfomance; a las convenciones de Drama form Ibsen to Bretch; a las estructuras del sentimiento planteadas en las obras Modern Tragedy, The Country and the City y The English Novel from Dickens to Lawrence; a las tradiciones, instituciones y elaboraciones sobre lo dominante, lo residual y lo emergente en algunas partes de la obra Culture and Society y en la segunda parte de The Long Revolution; y en lo que se refiere a la producción cultural material, a la obra Televisión: Technology and Cultural Form. Escribiré aquí algunos de estos ejemplos de un modo diferente, desde una posición teórica más desarrollada y usufructuando las ventajas que reporta un vocabulario más difundido y más consistente (este último ejemplificado en la obra Keywords). Sin embargo, los ejemplos deben ser mencionados con la advertencia de que este libro no es un trabajo teórico separado, sino que constituye una argumentación basada en todo lo que he aprendido de las obras previas en general y que se ubica en una relación nueva y consciente con el marxismo.

Finalmente, me alegra poder decir cuánto he aprendido de mis colegas y de los estudiantes de muchos países, especialmente en la Universidad de Cambridge; en la Universidad de Stanford, California; en la Universidad McGill, Montreal; en el Instituto Universitario Oriental, Nápoles; en la Universidad de Bremen y en el Instituto para el Estudio del Desarrollo Cultural de Belgrado. Debo mi agradecimiento personal a John Fekete y, a lo largo de muchos años, a Edward Thompson y Stuart Hall. Este libro no podría haber sido escrito sin el apoyo y la inagotable cooperación de mi esposa.

R. W.

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