Aislarse del mundo y sobrevivir, tal vez desaparecer, tal vez…

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Aislarse del mundo y sobrevivir, tal vez desaparecer, tal vez buscar la diferencia

Fotografía: Marco Barbon. Casablanca

El escritor egipcio Albert Cossery se instaló en 1945 en la habitación de un hotel de París y vivió allí más de 60 años, hasta su muerte. La máxima de esta rara avis fue la del mínimo esfuerzo, un reflejo de la vida de su progenitor; un rentista. Su escritura fue lenta, breve si se compara con otras, pero rotunda, intentaba que cada palabra no ocupara su lugar de manera gratuita.

Cossery interpela sobre múltiples cuestiones. Como él, los personajes de sus obras carecen de ambición. Mendigos y orgullosos, que nos lleva a otro mundo, el de la calle, sin perder el humor, nos muestra unas de las maneras de estar en la sociedad, pero dando la espalda a la misma.

Algo de esto tiene Ludo, la protagonista de Teoría general del olvido del escritor angoleño José Eduardo Agualusa. Recién  llegada de Portugal a Luanda, la capital de Angola, esta mujer decidirá encerrarse en su casa, levantando un muro que tapia la entrada (o salida, según desde donde se mire). En su interior guarda miedos extremos y pasados dolorosos. Ambos empujan a Ludo a alzar el muro.

Me contaba el autor de esta última obra, que habían sido muchas las personas de múltiples lugares del mundo las que le habían escrito contándole sus propios encierros voluntarios. Algo fuera ya no les convenía. Nada parecía lo suficientemente potente para querer hacerles salir, ni siquiera el saber que prescindían de cualquier contacto humano.

Si bien el uno fue real, Cossery, y la otra es una ficción, encontramos diferencias en sus formas de abrazar este enclaustramiento. En Cossery hay una manera diferente de afrontar la vida, prescindir de lo superfluo, de todo ese cacareo que queda fuera y vivir de otra manera, coherente y alejado de cualquier dramatismo, no hay tristeza en este abrazo, no hay tampoco soledad impuesta. Aunque hay que matizar que él pudo hacerlo posible al ser primero rentista y luego sableador de amigos ricos. En Ludo, los tintes son diferentes, algo agónico la lleva a tomar la decisión y parece estar a la espera de que algo la saque de allí.

Hace tiempo ronda mis días la voz del protagonista de Je suis seul del escritor mauritano Beyrouk, el tercer personaje aislado que traemos hoy. Es aquel que se ve obligado a esconderse dentro de una casa para tratar de mantenerse a salvo de los yihadistas que le buscan incansables. Dentro de aquel horno en el que se ha convertido su infierno particular, repasa su vida, su pasado, sus acciones e inacciones, y su egoísta biografía sentimental, mientras espera la ayuda de la única persona que ahora se la puede dar: una mujer que él apartó de su vida.

El protagonista de la obra de Beyrouk nos arroja la tercera imagen. Estar solo. Quemadas todas las amarras, sabiendo que afuera es imposible… y puede que ya no quede nadie a quien acudir.

Tenerse a uno mismo. Salir del miedo. Afrontar lo que se tiene delante. Excarvar y desnudarse. Quizás.

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Mendigos y orgullosos (Mendiants et orgueilleux, 1993) de Albert Cossery. Traducción: Mauricio Vacquez. Editorial Pepitas de calabaza, 1999.

Teoría general del olvido de José Eduardo Agualusa. Editorial Edhasa, 2017.

Je suis seul de Beyrouk. Editorial Elyzad, 2019.

Fotografía de cabecera: captura de youtube. Marco Barcon, Casablanca.

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